Ysyry Cuatiá, la fábrica de pasta celulósica de empresarios misioneros y correntinos, avanza en negociaciones con inversores de Estados Unidos y Europa

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En la Argentina, cuando se habla de una inversión de 1.000 millones de dólares de capitales locales para instalar una moderna fábrica  sólo cabe pensar en menos de una decena de grupos empresarios: YPF, Arcor, Techint, Pan American Energy, Grupo Pampa y quizás algún nombre más.
Pero la historia de Ysyry Cuatiá -el proyecto para instalar una planta de pasta celulósica y papel kraft en Ituzaingó-, puede romper esa lógica y devolverle a la Argentina la capacidad de que sus empresarios puedan crecer y soñar en grande, con una mirada puesta en el desarrollo local que siempre será distinta al de un grupo multinacional.
Ysyry Cuatiá es el proyecto que nació de un grupo de seis empresarios misioneros y correntinos y en los últimos dos meses avanzó mucho en las negociaciones con dos grupos de inversores de Estados Unidos y Europa.
El proyecto para instalar una planta con capacidad para producir 500.000 toneladas al año de pasta celulósica de pino y/o papel kraftilner (el marrón que recubre el corrugado para hacer cajas de embalaje) requiere de una inversión de entre 800 y 1.000 millones de dólares. Semejante inversión en un país como la Argentina solo está al alcance de las multinacionales o esa pequeña elite de grupos empresarios locales mencionados más arriba.
Para hacer una comparación, Arauco Argentina, la pastera más grande del país, tiene capacidad para 350.000 toneladas al año. Ysyry Cuatiá (“río de papel” en guaraní) es una de las mayores inversiones industriales proyectadas en la era de Mauricio Macri, ya que demandaría un desembolso de entre 800 y 1.000 millones de dólares.
“El monto final depende de la configuración final de la planta, explicó, Gustavo Cetrángolo, el ideólogo y principal impulsor, quien visitó la redacción de Economis para relatar la evolución de este proyecto.
Este consultor forestal logró reunir en 2011 a un heterogéneo grupo de empresarios y profesionales que se entusiasmaron, vieron el potencial y aportaron trabajo y capital para contratar a la finlandesa Pöyry, la consultora forestal más grande del mundo, que terminó avalando el plan tras un exhaustivo estudio.
Acá hay una posibilidad de negocio, hay materia prima, hay mercado y los números del negocio cierran: concluyó la consultora finlandesa. Si lo dice Pöyry, los inversores empiezan a sacar cuentas y a interesarse en el negocio.
“Los proyectos avalados por Pöyry son lo que en la jerga se denomina bankable, es decir, son sujetos de crédito para organismos financieros multilaterales como el Banco Mundial o el BID, este es un aval importante”, explicó Cetrángolo.
El grupo de seis socios-fundadores o impulsores de la idea lo completan Ralf Frank y Mario Plotz, médico obereño. Ambos son socios de Cetrángolo en Agroforestal Oberá, una pequeña planta que exporta resina de pino. Cuenta también con dos empresarios importantes en sus sectores: Stuart Navajas y Marcos Pereda, del Grupo Bermejo (ganadería) y Potrero San Lorenzo (forestaciones en Entre Rios). Completa el sexteto, el abogado Marcelo Subizar, quien se encarga del armado legal de la inversión.
Vinieron los inversores
“Hace unas semanas estuvo de visita uno de los tres grupos interesados en asociarse, de origen norteamericano y del sector celulósico y papelero, los recibimos el supermartes de las Lebacs”, comentó. “Obviamente miran con atención las turbulencias financieras, aunque esta es una inversión a largo plazo”, agregó.
El segundo grupo interesado lo forman dos firmas de origen europeo. “La que lleva la voz cantante en ese segundo grupo produce cajas y papel para cajas, el otro es del sector celulósico”, dijo Cetrángolo. Los europeos ya hicieron pruebas satisfactorias de la calidad de la madera.
El rol del Estado en una inversión de envergadura
“Tenemos en claro que cualquiera de esas fórmulas nos dejaría con una minoría accionaria, pero aún así queremos avanzar, las papeleras y las fábricas de pasta se hicieron en los 70 y 80 con aportes de los estados nacionales y provinciales en la Argentina y la participación de empresarios más chicos. Papel Prensa se hizo con el entusiasmo emprendedor de Roberto Civita, fundador de editorial Abril, que tampoco tenía el capital, pero tenía la idea”, explicó Cetrángolo.
“Civita se asoció con el Estado, ninguno de estos proyectos se hacen sin que el Estado participe de alguna manera”, comentó Cetrángolo, quien se reunió varias veces con gobernadores, funcionarios de todo tipo.
La última fábrica de pasta celulósica que se inauguró en la Argentina fue Alto Paraná en 1983 y se realizó con aportes del estado nacional. “Todas las plantas de papel o pasta se hicieron en los 70 u 80 con un fuerte impulso del Estado, el Estado en proyectos de semejante envergadura tiene un rol fundamental”, explicó el consultor forestal y ex ejecutivo de Pérez Companc.
Cetrángolo no pide que el Estado aporte capital, necesariamente. Sino que contemple alternativas, como créditos a largo plazo o avales para presentar ante bancos privados. Hasta los 80, el Estado tenía al desaparecido BANADE (Banco Nacional de Desarrollo) que cumplía este rol. Como los brasileños tiene al poderoso BNDES, que sigue cumpliendo un rol primordial para apuntalar los grandes proyectos industriales de capitales brasileños.
En Corrientes y Misiones hay 1,2 millón de hectáraes de bosques listos para ser cultivados. La demanda actual no alcanza a absorber semejante oferta. “Hay un excedente de 5 millones de toneladas al año en Misiones y unos 7 u 8 millones más en Corrientes”, calcula Juan Gauto, subsecretario de desarrollo forestal de Misiones.
“A veces en algunos reuniones que tenemos con funcionarios nacionales parecería que a esta administración no le hace mucha diferencia que seamos un grupo de empresarios locales o un grupo multinacional, se focaliza en que se concrete la inversión, aspiramos a que en algún momento vean la diferencia”, dijo Cetrángolo.
“Pero para nosotros sí, tenemos un compromiso distinto con la comunidad donde vivimos y trabajamos, y estamos todos los días”, consideró el principal gestor e impulsor de este “Río de papel”.

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