Valeria Mazza conoció el Awasi y se quedó encantada con la selva misionera
Entre bambúes, huellas de venado y el canto del tucán, la troupe que preside Valeria Mazza (46) avanza con los sentidos bien alertas. Una bandada de vencejos se desprende de las cataratas, y sólo algunos los escuchan. Los rieles del tren les marcan el camino. Todo mientras el río Iguazú, que luego será torrente inagotable, corre calmo por la izquierda.
“¡Le ganamos al tren!”, anuncia Alejandro Gravier (58), impulsor de la aventura que trajo a su familia hasta el parque nacional más visitado de la Argentina. Esa Maravilla Natural del Mundo, que se compone de 67.720 hectáreas de selva y ríos, en 1984 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Destino perfecto para los Gravier durante el fin de semana largo del 25 de mayo, que en el tramo final tiene a a la revista Gente como testigo.
“El viernes por la tarde fuimos a Güirá Oga, un refugio de animales silvestres en recuperación, donde hacen un trabajo muy interesante”, cuenta Valeria sobre el primer paseo en Iguazú de la familia (el matrimonio cumplió dos décadas el 9 de mayo). Después hubo navegación en la Triple Frontera y picnic a bordo, para disfrutar del atardecer en el punto donde se encuentran Paraguay, Brasil y la Argentina.
“Anduvimos en kayak… ¡Estuvo tremendo!”, señala Tiziano, todavía vibrando por el paseo vespertino en el arroyo Urugua-í y su desembocadura en el río Paraná. “Estábamos sólo nosotros. Parecía de película”, apunta Benicio. “Así permanecimos hasta que salió la yací”, agrega Alejandro, hablando de la Luna y haciendo gala del puñado de palabras en guaraní que aprendió.
“Iguazú nos enamoró. La selva y las Cataratas nos regalaron una gran experiencia en familia”, concluye Valeria, que si bien con su familia recorrió y conoció el mundo, en su Mesopotamia natal pudo regalarles a sus hijos un fin de semana patrio que jamás olvidarán.