Tasas imposibles

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Creció la economía, bajó la inflación, aumentaron la inversión y las exportaciones, bajó la pobreza y creamos 700 mil puestos de trabajo”. Fue la frase que más debate generó durante de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso.
Después siguió su relato: “Cuando empezábamos a crecer y a asomar la cabeza como país, tuvimos tres shocks imprevistos: la salida de capitales de mercados emergentes, la sequía que afectó como nunca en 50 años al campo argentino, y la causa de los cuadernos. Todo nos agarró a mitad de camino, porque recién estábamos saliendo, porque estábamos llegado en ese momento a terminar de cambiar los cimientos podridos y descuidados por décadas”.
Hagan algo”, le espetó un obrero, cansado de las apelaciones al pasado. Un abrazo silencioso y frío fue la respuesta.
Después, durante la presentación de un plan de créditos subsidiados, habló de ayudar a que las Pymes eludan las “tasas imposibles” que deben afrontar para recuperar capital de trabajo, descontar cheques y cumplir los compromisos con sus proveedores.
El que protagoniza los párrafos precedentes, es el presidente Mauricio Macri. Pero actúa casi como un espectador de una realidad que no es la suya, un actor de reparto en un Gobierno que toma decisiones que desconoce. El relato, claro, no coincide con el día a día de millones de argentinos. A la luz de los resultados, pocos creen que hoy la Argentina esté hoy mejor parada que en 2015.
La economía de Argentina debía crecer tres por ciento en 2018, pero la realidad marca que cayó 2,6 por ciento. Un severo error de diagnóstico. Las Pymes a las que ahora se les ofrece créditos blandos para evitar “tasas imposibles”, son las que más se fundieron y las que no, están hasta la coronilla de deudas y empobrecidos por la caída del consumo. Por estas horas, no necesitan nuevos créditos, sino que alguien les compre. El paquete promocionado con cien mil millones de pesos es similar al Ahora Pymes que está vigente en Misiones desde hace varios meses y con tasas 20 puntos abajo del promedio del mercado.
Que nos hayamos demorado más no significa que sea imposible, lo que significa es que las cosas que valen y que son para siempre cuestan, señores, esto es lo que significa”, se excusó Macri.
No es que el Presidente desconozca la realidad ni que los miles de despidos, la pobreza creciente y la inflación desbocada, son una consecuencia directa de su gestión. Simplemente decidió eludir esa parte. Por primera vez, como país enfrentamos las dificultades sin apelar a soluciones demagógicas ni que comprometiesen el largo plazo, sin default, sin cepos artificiales. Hubo, sí, la necesidad de terminar cuanto antes con el déficit fiscal que la Argentina padece desde hace 70 años. Estoy convencido, realmente convencido, de que lograr un equilibrio fiscal sin parches en los presupuestos del 2020 y 2021 será el hecho, el acto de justicia social más importante que hayamos hecho en 70 años, porque el déficit fiscal es el causal principal de la inflación, y la inflación es el causante de la pobreza y el estancamiento de este país”, rezó en una rara interpretación de “justicia social”. Para el que está más abajo es otra cosa, es simplemente poder llenar la olla, vestirse, mandar a su hijo a la escuela.
“Lo que estamos haciendo no tiene vuelta atrás porque el paso que dimos implica pensar y vivir de una nueva manera. Ya no nos da todo lo mismo. Ya no creemos en las soluciones mágicas porque sabemos que las transformaciones profundas llevan tiempo”, enumeró en su discurso de apertura del Congreso, al mismo tiempo que omitió la “solución mágica” de haber recurrido al Fondo Monetario Internacional en busca de un “auxilio” que significó un nuevo endeudamiento récord de más de 50 mil millones de dólares, a cambio de que el organismo asuma el control de la economía.  
El Presidente acude a la retórica de un relato épico, en el que “con el esfuerzo de todos”, se deja atrás los males del pasado. Y, hay que reconocerle, por primera vez se lo vio convencido de su propio relato. Con una firmeza que tapó el titubeo inicial, eufórico, con un discurso altivo, que quizás no se correspondía con el momento ni el lugar, pero que sirvió para su fin: enardecer a la oposición, desnudarla en su enojo y frustraciones. Y en ese toma y daca, la balanza se inclinó hacia el Presidente. Sólo el fanático aplaudió la andanada de burlas y gritos proferidos en medio del discurso presidencial. El resto, la mayoría, no creyó en sus palabras, pero no encuentra eco en la oposición cerril. No es que alguien haya terminado enamorado de los esloganes repetidos, pero seguramente no fueron seducidos por la intolerancia exhibida en el recinto.
Fue, sin dudas, en el peor momento de la economía, el mejor discurso presidencial, apuntando a los convencidos, a ese tercio del electorado que hoy mantiene viva la posibilidad de una reelección. Los otros dos, están divididos. Y en esa división, el trono se puede sostener. Se inició la campaña.
De hecho, los dirigentes de Cambiemos salieron más esperanzados que nunca. “Valiente mensaje del Presidente. Para garantizar un futuro para todos hay que hacer crujir las viejas estructuras”, se envalentonó el senador Humberto Schiavoni, candidato a gobernador en Misiones.Dijo que será un año histórico. Nos dio un mensaje esperanzador, que está superada la etapa de ajuste. Lo vimos muy optimista. En los próximos meses se sentirá la recuperación económica y en mayo o junio la inflación cedería”, expresó el diputado radical Luis Pastori.
Del otro lado, claro, la interpretación fue otra. “Macri dio un discurso de autoayuda”, definió el senador Maurice Closs. “No es la realidad”, sentenció el diputado nacional Jorge Franco.
No hace falta enumerar el contraste entre el discurso presidencial y las promesas incumplidas. Son demasiados. Y por el tenor de sus palabras, casi no caben esperanzas de que haya algún resquicio para que la política económica se mueva del sendero marcado por el programa financiero. Si hasta para presentar el aumento de la Asignación Universal por Hijo -a la sazón, el único anuncio que en realidad no fue-, el Presidente confesó apelar a la cláusula del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que “nos permite reforzar el apoyo del Estado cuando es necesario”. Pero siquiera esa promesa de un aumento de 46 por ciento es del todo real. En realidad ese aumento será un adelanto de los aumentos previstos para 2019. En marzo, iba a ser de 11,83 % y en junio iba a haber otra de 10,8 %, mientras que restaba definir los valores de septiembre y diciembre.
Mientras el Presidente hablaba, la nafta volvía a aumentar y en Misiones el litro de la super ya acaricia los 50 pesos (hay lugares en Corrientes que está 54). La venta de autos en la tierra colorada cayó 49,1 por ciento en febrero y el empleo está en los mínimos históricos.

En ese contexto, el empresariado misionero recurre al Gobierno provincial para encontrar algún auxilio al panorama desolador. Después de los concesionarios de autos cero kilómetro, le tocó el turno a los madereros, que fueron recibidos por el secretario de Hacienda, Adolfo Safrán, quien, junto al presidente de la Confederación Económica de Misiones, buscaron alternativas para paliar la caída del consumo y recuperar algo de la rentabilidad perdida. La deuda de Nación con los productores forestales misioneros ronda en los 250 millones de pesos.
El precio de la yerba, que nuevamente deberá ser definido por la Nación, es un ejemplo de las consecuencias del modelo económico nacional y sus efectos en Misiones. Pese a venir de un año con récord de consumo y exportaciones, productores e industriales están agobiados por la inflación, unos por la pérdida de poder adquisitivo, otros por la presión de las góndolas.
Los productores reclaman un precio alto (13,50 pesos por el kilo de hoja verde) como salvaguarda del poder adquisitivo perdido por la suba de costos de 2018 y la de este año.
La industria advierte que si se atiende la demanda de los productores, el precio en góndola se dispararía y sería atentar contra la propia solidez de un mercado que recién se está recuperando. La yerba fue una de las pocas economías regionales que logró salir indemne de un año para el olvido generalizado. La alimentación, por caso, cayó siete puntos.
Pero uno de los secretos de haber mantenido las ventas fue un leve retroceso en los precios en góndola, a valores de septiembre del año pasado. Si la inflación se ubica nuevamente en valores altos, podría impactar en el consumo. El año pasado, un ejecutivo de una yerbatera había vaticinado una inflación de 49 por ciento y terminó siendo de 47,6. Ahora, el mismo ejecutivo, advierte que la inflación trepará al 40 por ciento.
Otro argumento de la industria para bajar las expectativas de aumento es que el sector no se recuperó después de varios años de pérdidas. De hecho, arrastra un fuerte endeudamiento desde la época de Guillermo Moreno. Pero esos dos mil millones de pesos de deuda heredada de la “década ganada”, se convirtieron en 3500 millones, según los datos del Banco Central por las “tasas imposibles”, como definió el mismo presidente Mauricio Macri. Eso equivale al 50 por ciento del stock de canchada y se estima que un 45 por ciento de la deuda es con proveedores.
Ahora será la Nación la que defina. Si tira para abajo, se ganará el enojo de los productores. Si tira para arriba, confrontará con la industria. Pero, en definitiva, es un problema “autogenerado”.
A diferencia de otras oportunidades, los productores sienten a la Provincia como aliada. En la misma línea, los empresarios encuentran en el Gobierno provincial un interlocutor enfocado en la gestión, previsible, accesible y realista que cree en las herramientas para potenciar el consumo en tiempos de crisis. El Ahora Pymes, el Ahora Bebé, el Ahora Góndola y varios “ahoras”, son el mejor ejemplo a mano. El Ahora Textos y el Ahora Escolar cobran protagonismo por estos días en los que Misiones se vuelve a vestir de guardapolvo blanco. Hace catorce años que en la provincia las clases se inician con normalidad, con salarios acordados, gremios en sintonía con la educación como un derecho y escuelas nuevas. Son escasas las provincias que abrirán las escuelas sin conflictos con sus maestros. En Misiones se abrirá una Escuela Secundaria de Innovación, que será, al mismo tiempo, la primera del país, enfocada en capacidades, aprendizajes por objetivos personales, grupales, participación de las familias y el trabajo en equipo de los cuerpos docentes. Un nuevo paradigma de la Misiones del futuro.

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