Qué nos dicen las precandidaturas

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En un clima de críticas a la utilidad del sistema electoral de las PASO, originadas en la decisión de Macri y del kirchnerismo afincado en la provincia de Buenos Aires de impulsar listas únicas, se cerró finalmente la primera oferta de precandidatos que competirán el 13 de agosto. Dado que los principales partidos en los 4 distritos grandes tendrán pocas internas -salvo honrosas excepciones-, las primarias oficiarán como una primera vuelta clasificatoria. Para octubre quedarán excluidos los pequeños partidos que no lleguen al 1.5% de los votos, y quienes pierdan la interna. Y podrían quedar afectadas las terceras opciones: en un clima de polarización, es probable que en octubre quienes queden en los primeros lugares incrementen su cantidad de votos.

Queda planteada una competencia entre un oficialismo unificado y que parte de una buena base de popularidad pero con candidatos que generan incertidumbre, un peronismo-kirchnerismo disperso con Cristina Kirchner como figura clave y que está ensayando innovaciones para sobrepasar el “núcleo duro” electoral y volver a ser alternativa, y el grupo de las terceras opciones que enfrentan el desafío de la polarización M-K y de la falta de coordinación. Cambiemos llega a las elecciones con la fuerza de ser oficialismo y con su innegable habilidad para hacer campaña, y con una fuerte restricción: estamos finalizando junio y los votantes no ven los frutos de la recuperación económica anunciada.

Las precandidaturas dejan otras tres características: renovación de caras, la dispersión aritmética, y el eje economía vs. corrupción. La campaña girará en torno a esas cualidades.

La renovación aparece dada por el impulso que han decidido Cambiemos y la Unidad Ciudadana de poner en primera fila a nombres no asociados con la política. En general, Cambiemos prefirió no sacar a sus funcionarios de la gestión, y por ende tuvo que apelar a personas menos conocidas. El resultado está a la vista. El kirchnerismo, por su parte, tomó la decisión estratégica de jubilar apellidos. Por eso, veremos una competencia inusual, con hombres y mujeres que hicieron un veloz upgrade en política.

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En cuanto a la dispersión, y tal como destacabamos en nuestro informe anterior, una primera diferencia entre Cambiemos y el espacio pan-peronista está en la dispersión del segundo. De hecho, y solo tomando en cuenta el espacio que orbita entre el PJ y el FPV, contamos 14 denominaciones diferentes. Resultará problemática la aritmética del lunes posterior a las elecciones: ¿cómo se contabilizarán los votos de esos partidos peronistas provinciales, que tienen a su vez diferentes relaciones con el kirchnerismo, el massismo y los gobernadores?

Por última, el eje economía vs. corrupción será fundamental. En la propia selección de sus candidatos, los partidos están señalando cuáles son los temas de los que piensan hablar a lo largo de la campaña. Cristina Kirchner, Florencio Randazzo y Sergio Massa convocaron para encabezar listas a economistas mediáticos y críticos de la política económica -Fernanda Vallejos, Matías Tombolini, Agustín Datellis- con el objetivo indudable de “pegar” por ese lado; seguramente Martín Lousteau también pondrá la economía sobre la mesa. Cambiemos, en cambio, llenó sus listas de nombres hablarán de otros temas. Elisa Carrió, Graciela Ocaña y Gladys González hablarán de corrupción; Esteban Bullrich se orientará a la educación y también lo hará Albor Cantard, primer candidato de Cambiemos en Santa Fe, y virtual segundo de Bullrich. La central de campaña de Cambiemos está convencida de que ese es el camino correcto; el peronismo sostiene que el bolsillo manda en las urnas, y se tiene fe.

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