Luego de un 2018 adverso, ¿los cerdos tendrán revancha?

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Escriben Juan Manuel Garzón y Valentina Rossetti, fundación Mediterránea. La ecuación económica de las granjas de producción intensiva de porcinos mostró un deterioro importante en el 2018.
La actividad se enfrentó a un contexto económico poco favorable, un menor nivel de actividad (recesión) y una moneda debilitada (fuerte salto devaluatorio), factores que impactaron ambos negativamente sobre los márgenes del negocio.
Debe recordarse que para las granjas (y la cadena en su conjunto), el mercado interno es, por ahora y en el futuro cercano, todo o casi todo; más del 95% de la carne que se produjo el año pasado se colocó y consumió fronteras adentro.
Si bien los alimentos, por su naturaleza, resisten mejor los procesos de ajuste que otros productos, en un año recesivo, la comercialización se hace inexorablemente más pesada, los plazos de pago se alargan, la posibilidad de negociar precios con el comercio se reduce, etc. Además, en la cadena porcina se suma otro dato clave, la producción viene creciendo muy rápido desde hace varios años, por maduración de inversiones importantes realizadas en el pasado y por mejoras de productividad sostenidas; en el 2018 la producción se expandió al 10% anual, lo que requiere de un mercado interno en expansión capaz de absorber volúmenes adicionales sin exigir grandes sacrificios de precios.
Por su parte, la devaluación no benefició a las granjas, al menos no en forma directa ni en la coyuntura. La devaluación llegó rápido y con intensidad a los costos mientras que pasó mucho más desapercibida en los ingresos. Muchos insumos, que ponderan alto en los costos totales, se encuentran plenamente dolarizados (granos, harinas) o siguen a la moneda extranjera muy de cerca (suplementos, medicamentos, combustibles).
Sí se pueden rescatar algunos efectos positivos de la devaluación sobre el mercado de las carnes, que en definitiva deberían llegar también a las granjas, aunque menos potentes y más difíciles de precisar; se pueden señalar aquí el encarecimiento de las importaciones de carne porcina proveniente de Brasil (tema que generó mucha preocupación y discusión en la cadena en el primer semestre del año pasado) y el boom de exportaciones de la carne bovina, al que contribuyó seguro el mayor tipo de cambio. Respecto a esto último, debe notarse que el gran competidor de la carne de cerdo en el mercado interno es justamente la carne bovina, por lo que una mayor exportación de esta última libera espacio de consumo que pueden luego llenar las otras carnes.
El IERAL monitorea desde hace algunos años márgenes económicos en granjas teóricas o de referencia1 , establecimientos de producción intensiva de capones, de 250 y 500 madres, que operan con tecnología estándar en la actividad, con diferentes niveles de productividad (alto o bajo, 3.536 kilos/madre/año y 2.563 kilos/madre/año, respectivamente),2 y que se emplazan en Córdoba (sureste).
De acuerdo a las últimas estimaciones, las dos granjas de menor productividad tuvieron en promedio márgenes negativos durante el 2018 (-$3,9 y -$2,1 por kilo de capón producido y comercializado durante el año pasado, 250 y 500 madres respectivamente, a precios constantes de diciembre 2018), es decir, no tuvieron un excedente económico que compense el riesgo de la actividad ni el costo de oportunidad de los fondos invertidos3 . Nótese que estas granjas de productividad baja habían tenido resultados positivos en los dos años previos (2016 y 2017).

Por su parte, las dos granjas de alta productividad que se monitorean pudieron sostener sus márgenes en terreno positivo ($2,5 y $3,8, promedio kilo año, 250 y 500 madres), aunque con una fuerte caída respecto de aquellos logrados en los dos años previos. En efecto, si se compara contra 2017, el ajuste de márgenes fue de un 74% y de un 65% interanual respectivamente.
Analizando lo sucedido a medida que fue transcurriendo el año, los meses más críticos para las granjas habrían sido los del invierno, julio, agosto y setiembre. Durante ese período, se encuentran márgenes negativos incluso en las granjas más eficientes. Con la llegada y durante el transcurso de la primavera, los números de la actividad mejoran, observándose un cambio de tendencia que genera seguramente expectativas en el sector de lograr este año un resultado económico más satisfactorio.

El deterioro de los márgenes y su recuperación hacia fines de año resultaron consecuencia de dinámicas divergentes en ingresos y costos, que en la revisión de lo sucedido trimestre a trimestre aparecen claramente.
En el primer trimestre del 2018 los costos totales crecieron 21%, de la mano básicamente de una fuerte expansión de los costos de alimentación (maíz y harinas creciendo por encima del 30%); en ese mismo período, los ingresos por ventas sólo subieron un 4,1%
El desequilibrio entre ingresos y costos se profundizaría en el segundo trimestre del 2018, con los primeros estabilizados y los segundos creciendo un 18,5%, nuevamente impulsados por las erogaciones vinculadas a la alimentación de los animales.
En el tercer trimestre del 2018, el deterioro de márgenes no se profundiza, pero tampoco se corrige, con ingresos y egresos creciendo casi al mismo ritmo (29,7% y 27,8%); nótese que en estos meses empieza recién a moverse (en serio) el precio de los capones en el mercado interno.
Finalmente, el cuarto trimestre 2018 trae buenas noticias, con ingresos creciendo claramente por encima de los costos (17,4% vs 3,3%).

En el 2018 se observó entonces, punta a punta, una suba del 58% en los ingresos de las granjas, pero de un 89% en sus costos; esta asimetría es la que explica en definitiva el deterioro de los márgenes. Los costos de alimentación, que representan el 70% de los costos directos, subieron 114% en el año, mientras que los de energía (electricidad y gas natural) un 79%, ambas partidas muy vinculadas a la evolución del tipo de cambio.
Dos partidas que complicaron aún más los números de las granjas el año pasado, no incorporadas en las estimaciones anteriores, son los saldos técnicos de IVA y el costo financiero asociado al capital de terceros que se utiliza para financiar inversiones y/o costos operativos del negocio.
Respecto a los saldos de IVA, el IERAL ha escrito sobre ellos en varias oportunidades.4 Los saldos técnicos constituyeron un problema financiero adicional para las granjas en el 2018, pero también un problema económico, considerando que son fondos que quedan depositados en AFIP a favor de los productores, disponibles sólo para pagos futuros de IVA, pero que pierden valor en un contexto inflacionario (no son actualizados).
De acuerdo a las estimaciones, estos saldos habrían sido superiores en granjas de menor productividad y que compran todo el alimento en el mercado, es decir que no tienen producción propia de granos, ni instalaciones para procesar soja. En los meses de invierno estos saldos de IVA fueron más importantes, medidos en relación a los costos totales. Por ejemplo, la granja de 250 madres de baja productividad llegó a tener un saldo a favor de $2 por cada kilo vendido en setiembre de 2018, un monto equivalente al 5% de su costo de producción. Con la recuperación de los márgenes, la incidencia los saldos técnicos fue cediendo, aunque estos siguieron siendo relevantes en algunas tipologías de granjas.
Finalmente, respecto al costo financiero, en los establecimientos de referencia que se monitorean se supone capital propio, un supuesto que simplifica el análisis dado que no se requiere relevar todos los meses el precio del capital de terceros (que a su vez dependerá de quienes provean este capital, si bancos, proveedores, etc.). Pero lo anterior no implica desconocer que en la realidad la mayoría de las granjas combina capital propio con deuda para financiar sus activos (fijo y circulante) y que el año pasado las granjas debieron enfrentar una fuerte suba en el costo del financiamiento, que puede haber sido hasta tan intensa como la suba enfrentada en rubros como alimentos o energía. Como referencia, la tasa de interés cobrada por los bancos en adelantos en cuenta corriente a empresas medianas / grandes promedió el 64% anual en el segundo semestre de 2018,5 mientras que había sido del 28% en el mismo período del año 2017, es decir se más que duplicó el costo financiero entre esos períodos.

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