El mundo, un lugar adverso para Macri

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La nueva crisis en el gobierno brasileño tuvo impacto inmediato sobre la Argentina: en la bolsa -con epicentro en Petrobrás y otros valores de origen verdeamarelo-, en el tipo de cambio, y en las expectativas en general. Macri nunca se pegó demasiado al cuestionado Michel Temer, aunque lo apoyó, y al mismo tiempo eligió no explicarle  claramente a la opinión pública argentina que una parte no menor de los problemas socioeconómicos domésticos se originaban en el descalabro macroeconómico de su principal socio comercial. Desde el comienzo, Cambiemos planteó a su electorado que el mundo era una de las esperanzas del “nuevo rumbo” y por eso se resiste a admitir que este entorno internacional solo provee calamidades.

La resolución de esta crisis brasileña es incierta. Brasilia está azotada por un colapso de la legitimidad. El origen cuestionable de la actual administración, las severas causas de corrupción y las acusaciones cruzadas se deglutieron el prestigio de una dirigencia completa. Temer, profundamente impopular ya anunció que no renunciará, aunque diferentes líderes políticos y la misma cadena Globo se lo pidan públicamente. Más grave aún fue el “escrache” mediático y posterior desplazamiento del Congreso de Aecio Neves, presidente y ex candidato presidencial del Partido Social Demócrata de Brasil. La muerte política de Neves deja a los “tucanos”, la fuerza fundada por Fernando Henrique Cardoso y José Serra que domina en San Pablo, sin proyecto de futuro. ¿Quién sucederá a Temer? ¿Lula, quien con solo 30% de imagen positiva es hoy el político más potente de Brasil? El PT también está bajo asedio judicial y enfrenta incertidumbres no menos graves.

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La izquierda y el PT reclaman adelantar las elecciones: sostienen que Temer no da para más. Pero los plazos presidenciales son estrictos, están fijados por la Constitución, y no se pueden alterar fácilmente. Los bloques parlamentarios opositores impulsan una enmienda constitucional para flexibilizar los plazos, pero carecen de mayorías. Temer intenta ganar tiempo, flotar, prolongar la transición. Se podría promover un juicio político en su contra -seguramente, con elementos más concretos que el proceso que se le hizo a Rousseff- aunque hoy no hay números para llevarlo adelante. Sin embargo, la coalición de gobierno también está sobre cuerdas flojas. Diversos partidos y dirigentes -ministros incluidos- ya toman distancia de un presidente sin votos ni prestigio, temerosos de que la impopularidad los afecte en una futura contienda electoral. La justicia será el actor de última instancia en esta frágil gobernabilidad.

La amplia coalición política y económica que respaldó la desprolija destitución de Dilma Rousseff y avaló el desembarco de Michel Temer a la presidencia está descoordinada. La apuesta es a una tecnocracia de transición, basada en nombres con prestigio y con perfil más técnico que político, y en lo posible que hayan actuado en los dos gobiernos. Gerentes de transición. Los nombres van desde el actual ministro de Hacienda Henrique Meirelles, hasta el ex ministro de defensa Nelson Jobim. Sea para asumir los cargos principales, o al menos un mayor liderazgo ante los mercados y la sociedad. Se espera que un gobierno de estas características, apoyado en factores de poder y sin legitimidad electoral, pueda implementar medidas económicas de ajuste y austeridad fiscal. El enfoque es erróneo: la evidencia histórica muestra que los gobiernos débiles son los que más dificultades tienen para implementar políticas sostenibles. Aunque tal vez no sea esa la preocupación: una de las características de esta crisis brasileña, además del descalabro económico y la atomización del liderazgo político, son las grietas que se han creado dentro de la clase empresarial. El Brasil atravesó diferentes crisis políticas y económicas durante su corta vida como república independiente, pero el fenómeno de los grandes empresarios presos, procesados y lanzando acusaciones es novedoso, inédito y terminal. El conglomerado desarrollista brasileño, ese empresariado nacional que tanta admiración generaba afuera, parece tan afectado por la tormenta como el sistema de partidos o los pobres cada vez más pobres por culpa de una depresión económica que arrastra varios años ya.

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