Bolivia, ejemplo de la fragilidad de las democracias latinoamericanas

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Antes de analizar los hechos que desencadenaron la salida de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, quiero dejar clara mi postura personal respecto al accionar de las fuerzas armadas: las fuerzas armadas nunca deberían estar involucradas (o actuar como grupo de presión) en la renuncia de presidentes o en el establecimiento de nuevos gobiernos. América latina tiene una historia nefasta grabada por los procesos militares, que en lugar de ayudar al respeto de la democracia, dividió al pueblo, trajo confusión, miedo y muerte.

Pero al hablar de la fragilidad de las democracias latinoamericanas, también quiero hacer referencia a la búsqueda de perpetuidad en el poder de muchos gobernantes. Evo es un ejemplo de ello:

  • Evo llegó al poder el en año 2006. En ese momento, la Constitución de Bolivia permitía solamente un periodo de gobierno de 4 años, sin reelección.
  • En el año 2009, el presidente impulsó una reforma constitucional que le permitiera ser reelecto por un periodo más. Pero además, consiguió que el Tribunal Constitucional Plurinacional diera una interpretación de la reforma en línea con sus intereses que habilitó al mandatario a ser candidato por dos nuevos periodos.
  • Por si fuera poco, en febrero de 2016, el gobierno de Evo Morales buscó promover una nueva enmienda constitucional que lo habilitara a postularse a un nuevo periodo de gobierno. Para ello se llevó a cabo un referéndum en el que el pueblo boliviano le bajó el pulgar al presidente.
  • Sin embargo, las aspiraciones a un nuevo mandato siguieron y, en 2017, un fallo del Tribunal Constitucional de Bolivia le daba la oportunidad de presentarse a elecciones alegando que “las restricciones legales contra la reelección presidencial vulneraban el derecho de Morales a ser elegido y el del pueblo a elegirlo”.
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Si bien, a esta altura de las circunstancias quedaba claro que Evo Morales no tenía intenciones de ceder el mando, también es cierto que el pueblo boliviano le dio legitimidad a su gobierno una y otra vez en las urnas. Sin embargo, el detonante de la actual crisis política de Bolivia, que llevó a la renuncia del presidente, tuvo que ver con las irregularidades en el recuento de los votos. El domingo 20 de octubre se realizaron las elecciones y Evo necesitaba una mayoría absoluta de los votos (más del 50%) o una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el otro candidato para no ir a un balotaje. En horas de la noche, el tribunal electoral anunciaba que Morales lideraba el recuento de votos con 45,28% frente al 38,16%  del candidato Mesa, con el 84% del escrutinio realizado. Si bien Evo iba ganando, no le alcanzaba para quedarse con la presidencia en primera vuelta y comenzaron los problemas: se suspende el escrutinio y comienzan a aflorar las especulaciones de fraude. 

El lunes 21, el Tribunal Supremo Electoral anuncia que Morales obtuvo el 46,4% de los votos contra un 37,07% para Mesa, dejando al entonces presidente a un paso del triunfo en primera vuelta. Es ahí donde se realiza la denuncia por fraude y comienzan las manifestaciones e incidentes en las calles. A partir de entonces los hechos son conocidos, incidentes, enfrentamientos y las fuerzas de seguridad del lado del partido opositor, hace que el 10 de Noviembre (luego de la propuesta fallida de llamar a nuevas elecciones) el presidente Evo Morales renuncia al cargo.

Conclusión:

Al reflexionar frente a los hechos, de algún modo se puede deducir que parte de la responsabilidad de lo sucedido la tiene Evo Morales. La constante búsqueda de perpetuidad en el poder, la personificación del cargo y las constantes modificaciones a la Constitución y otras leyes del país, solo lograron debilitar la democracia. Pero no es sólo un problema de Bolivia, es un patrón que suele repetirse en la mayoría de los países latinoamericanos. 

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Un gobierno puede llevar adelante una buena política económica y lograr mayor equidad entre los ciudadanos, reconocer mayores derechos y mejorar los niveles de vida, pero nada de eso se logra aisladamente, sin mejorar las instituciones (las leyes y reglas de juegos formales e informales). Si no son capaces de respetar las leyes, tarde o temprano, su accionar terminará desatando una crisis. La base de toda democracia es el respeto a la división de poderes, la constitución y la investidura de los cargos políticos, más allá de los nombres propios.

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