Dos, tres… muchos MPN

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Así como el Che Guevara pedía “crear dos, tres, muchos Vietnam”, los dirigentes protoperonistas de la Patagonia argentina se proponen hacer lo mismo con el faro ejemplificador de Neuquén. Vietnam, para el Che, era un modelo de la rebelión anticapitalista en el marco de la guerra fría; para los políticos de las otras provincias patagónicas -el fin de semana pasado tuvimos elecciones en Río Negro y Chubut- Neuquén es un modelo de provincia petrolera que defiende sus intereses ante la Nación -es decir, el gobierno nacional- de un país colonial y que logra un control indisputado de la gobernación. Los rionegrinos y chubutenses quieren ser neuquinos, y los políticos de esas provincias quieren ser emepenistas. El modelo del Movimiento Popular Neuquino, el partido que ganó todas las elecciones de gobernador -no así las legislativas nacionales- desde la década del 60, se esparce por la faz de la Patagonia.
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Desde que comienza el segundo gobierno de Cristina Kirchner, ya con Néstor fallecido, tanto Río Negro como Chubut inician sendos procesos de construcción de “sus propios MPNs”. Hubo dos figuras claves: los gobernadores Alberto Weretilneck en Río Negro y Mario Das Neves en Chubut. Ambos iniciarán el proceso de convertirles a sus gobiernos provinciales de origen peronista en motores de un partido provincial predominante.
En el caso de Río Negro, Alberto Weretilneck (proveniente del Frente Grande) se convierte en vicegobernador por la alianza Frente para la Victoria (Partido Justicialista, Frente Grande) en 2011. Y a poco de asumir, a comienzos el año 2012, el entonces gobernador Carlos Soria, peronista, fallece en medio de una historia trágica (fue asesinado por su esposa). Weretilneck se encarga de la gobernación. Rápidamente se evidencian los planes del nuevo mandatario provincial, y se precipita una relación cada vez más tensa con el justicialismo provincial, a raíz de las diferencias de criterios y la puja por los cargos públicos locales. La alianza de gobierno se dividió entre aquellos que apoyaban a Weretilneck y los justicialistas; asume un rol Juan Manuel Picheto (hijo de Miguel Angel Picheto y entonces ministro de Producción de Río Negro), quien renunciaría a su cargo por su enfrentamiento con Weretilneck.
Pese a ello, en 2013 Weretilneck decidió apoyar a las listas del FPV. Miguel Angel Picheto era candidato a senador y María Emilia Soria (hija de Carlos y hermana de Martín) compiten en las elecciones a diputados y senadores de octubre de ese año, demostrando relativa unidad. Pero no duró demasiado: un año después, en 2014, Weretilneck decidió abandonar el FPV y acercarse a Sergio Massa; el gobernador, de hecho, lo apoyó “a título personal” en las elecciones nacionales del año 2015. En agosto de 2014 la gobernación de Weretilneck fue golpeada con una “ola de renuncias” por parte de funcionarios peronistas, presionados desde el gobierno nacional por su adhesión a Massa. Fue en ese marco que Weretilneck motoriza la formación del frente provincial Juntos Somos Río Negro (JSRN) en febrero 2015, que se presenta en las elecciones a gobernador y legisladores provinciales de ese año. La conforman cuatro partidos: Unidos por Río Negro; Renovación y Desarrollo Social (Redes); Partido de la Victoria y Movimiento Patagónico Popular. Poco después, JSRN decide “renunciar” a la política nacional y afianzarse como una propuesta provincial. En 2015, Weretilneck fue reelecto gobernador de la Provincia de Río Negro con el 53%, imponiéndose en todos los distritos rionegrinos. En la Legislatura Provincial sumó 26 de las 46 bancas.
El otro “emepenismo” patagónico es el movimiento creado por Mario Das Neves en Chubut en el año 2013. Se trata del partido Chubut Somos Todos, fundador por Das Neves en el marco de las elecciones de 2013, y hoy liderado por el actual gobernador, Mariano Arcioni. Pero había un antecedente: Das Neves había intentado crear “su MPN” año antes.
Das Neves había gobernador Chubut entre 2003 y 2011, y en los últimos años ya había comenzado su alejamiento del kirchnerismo. No pudiendo reelegirse nuevamente, en 2011 impulsa la candidatura de su delfín, Martín Buzzi, en nombre del partido “PJ Modelo Chubut” en las elecciones provinciales (desdobladas) del 29 de mayo. Das Neves soñaba con lanzarse como candidato presidencial. Mientras tanto, a nivel local el justicialismo chubutense, distanciado del kirchnerismo, se enfrenta al candidato del Frente para la Victoria, Carlos Eliceche. Buzzi vence por poco; la UCR, con la candidatura de Aníbal Peralta, queda relegada de la competencia. Pero Buzzi se aleja de Das Neves al poco tiempo de asumir, y reestablece la alianza con el kirchnerismo. Se produce un cisma en el oficialismo chubutense. Mario Das Neves se presenta como candidato en las legislativas de 2013, ya con Chubut Somos Todos, enfrentando al gobernador y al oficialismo nacional, y vence a su rival, el entonces ministro nacional Norberto Yauhar. En 2014, al igual que Weretilneck, se acerca a Sergio Massa. En 2015 Das Neves vuelve a presentarse a la gobernación, y vence a Buzzi. La alianza electoral provincial se conforma con el Partido Acción Chubutense, Polo Social y Cultura Educación y Trabajo. Das Neves fallece poco después, y es reemplazado por su vice. Arcioni.
Este modelo político, inspirado en el emepenismo, está dando algunas señales de consolidación. En las recientes elecciones de gobernador de Río Negro, JSRN logró vencer por amplio margen al peronismo y a Cambiemos con la candidatura de Carreras, ya que Weretilneck no pudo ser habilitado para la reelección; Arcioni, el mismo día, fue el candidato más votado en las primarias, en las primeras elecciones provinciales que Chubut Somos Todos tiene que atravesar sin la presencia del caudillo fundador. La larga historia del MPN no necesariamente tiene que repetirse tal cual, pero las bases están sentadas: ambos partidos buscan repetir el modelo de construcción provincial con un marcado pragmatismo nacional.

 
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Escenarios post Neuquén

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Quien sea que gane las elecciones de gobernador en Neuquén, lo hará por poco más del 30% de los votos. La oferta se encuentra fragmentada en 9 opciones, con 3 principales (MPN, peronismo K y Cambiemos) y con escisiones electorales (Sobisch y el justicialismo no k) que perjudican a las dos principales fuerzas. Neuquén es la única provincia que crece, recibe inversiones y genera empleo, pero la oposición provincial acusa a la gestión de Gutiérrez de ineficaz. Los discursos sobre el balance de la gestión serán determinantes. En ese sentido, Neuquén también funciona como reflejo del debate nacional.
En las presidenciales Cristina Kirchner lidera las encuestas de intención de voto. Y además, puede crecer un poco más. Mientras tanto, el gran problema de Macri no es la foto sino la película. La foto muestra que hoy cuenta con un núcleo duro, identitario, de un 30% del electorado, que lo acompaña aún en la adversidad. Su mayor logro y fortaleza fue haberse convertido en el representante electoral del antiperonismo: ni sus socios radicales ni emprendedores políticos como Martín Lousteau o Facundo Manes pueden sacarle eso. Pero la película dice que Macri ya no puede sumar más apoyos. El otro 70% está frustrado y enojado por la situación económica, y ya perdió toda esperanza sobre la gestión. Y ya se acabaron los tiempos para mostrar resultados. Si no hace cambios en su oferta política, a Macri no le dan los números para la reelección.
Lavagna, Urtubey y otros dirigentes del peronismo federal tienen prestigio como “gente razonable” pero hoy carecen de votos. Son buenos analistas y gestores pero no saben a qué votante le están hablando. Les faltó populismo: para destronar a Cristina y abrirse camino en el justicialismo había que patear el tablero, como Menem en los 80 o Kirchner en los 2000, y acá no han hecho nada de eso. Además, el electorado “vacante”, ese tercio que no quiere votar ni al peronismo kirchnerista ni a Cambiemos, es heterogéneo y está enojado porque no puede comer asado ni tomarse vacaciones. Hay cada vez más votantes predispuestos a elegir a candidatos “extremos” como Olmedo o Del Caño, o a votar en blanco. Los peronistas federales no están mirando lo que sucede en la calle.
Cristina tiene consigo al clásico “voto peronista” que nadie le disputa. Y pasó a estar mejor que Macri en las encuestas. Los problemas de Macri empeoran con el paso del tiempo y los de Cristina Kirchner mejoran por la misma razón. Así las cosas, va a llegar mejor posicionada que el Presidente a las primarias y a octubre. Pero a pesar de eso, no le alcanza. Para volver a jugar fuerte en la gobernabilidad argentina -sea como mandataria o en un rol más parecido al de Alfonsín en 1999- la ex Presidenta va a necesitar algo más que el 50% de los votos.
Va a ganar las elecciones quien logre ampliar su coalición. Diría más: va a ganar quien muestre la voluntad de hacerlo. La grieta fue un lujo que ya no podemos darnos. Si el macrismo o el kirchnerismo insisten con una estrategia dirigida solo a sus núcleos duros, mi lectura será que están queriendo perder para no enfrentar el duro 2020 que les espera. Los peronistas federales no están listos para terciar entre Macri y CFK, pero pueden ser la llave para hacer ganar a cualquiera de los dos. Puedo imaginar una nueva coalición entre el actual oficialismo, que impulse a sus nuevos liderazgos (Vidal, Patricia Bullrich) en alianza con un sector del peronismo federal. Y también puedo imaginar una nueva coalición opositora con Cristina y la mayoría del peronismo federal. En el primer caso, sería la oportunidad de convertir al oficialismo en otra cosa y reeditar el partido del ballotage; en el segundo, una solución al problema que tiene Cristina con los factores de poder doméstico y global. El peronismo federal no tiene votos pero genera confianza.
Lavagna hoy es valorado por diferentes razones. Es un dirigente con virtudes. Se lleva bien con diferentes electorados y tribus políticas porque nunca se subió a la grieta. Y además tiene prestigio de piloto de tormentas. El regreso casi aclamado de Lavagna -un clamor del círculo politizado, no de la calle- es un síntoma de lo que se viene en materia económica y social. Un síntoma de la demanda por coaliciones horizontales y políticas de crisis. Sería conveniente que Lavagna y el incipiente lavagnismo comprendan que no se trata de un candidato victorioso sino de una señal de época. Lavagna tiene que aportar a la construcción de una amplia coalición de crisis nacional.
Si Macri gana, imagino que eso habrá sido posible gracias a que se reinventó. A que reconfiguró Cambiemos, dándole lugar a nuevos dirigentes y estilos, o a que aprovechó el último año de su primer mandato para fundar una nueva coalición desde el gobierno, aliándose con sectores peronistas que no están en Cambiemos. Sin esas condiciones, es difícil proyectar un escenario de mayorías y gobernabilidad. Y ese Macri reinventado sin dudas sería otro Macri, que estaría en deuda con sus aliados y limitado por el contexto de una crisis económica y social. Me cuesta ver a un Macri tecnocrático y “liberado”, a lo Temer: para seguir, Macri deberá renovar la confianza popular, y eso requerirá asumir más compromisos con el pueblo.

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Pronósticos 2020

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Representantes regionales del Fondo Monetario Internacional (FMI) tomaron contacto con diferentes líderes de la oposición pan-peronista. Tanto de su ala kirchnerista como del peronismo alternativo. Hubo varias reuniones. Tiene sentido: estamos en un año de elecciones presidenciales, nadie sabe qué ocurrirá en ellas (como sí ocurrió en 1995 o 2011) y el organismo financiero internacional tiene un acuerdo marco con el Estado argentino que va a prologarse más allá del actual periodo presidencial de Mauricio Macri. De hecho, el año 2020 va a ser clave en lo que hace a cumplimientos de pago.
Los técnicos que evalúan la marcha del acuerdo y de la macro observan dos grandes variables: capacidad y voluntad de cumplimiento de las obligaciones contraídas. Capacidad depende de un amplio conjunto de indicadores cuantitativos, y requiere contar con información de buena calidad; la voluntad -clave, sin dudas- es el dominio del análisis político.
Reunioncita politico
Los enviados del Fondo fueron a evaluar esto último. Saben que todos los políticos argentinos de los partidos mayoritarios tienen algún grado de compromiso con lo pactado -sin acuerdo, caemos en cesación de pagos-, pero más allá de lo general, fueron a buscar los detalles. Desde el punto de vista de los técnicos del Fondo, ninguno de los dirigentes argentinos -ni siquiera el equipo económico de Cambiemos- tiene un compromiso óptimo con los términos del acuerdo. Todos advierten que hay límites en el ajuste, y que hay que respetar los ánimos sociales. Fueron a escucharlo de boca de los protagonistas, para hacerse una idea más clara -y ponerla, seguramente, en un memo dirigido al directorio sobre la sustentabilidad del acuerdo firmado.
Por un lado, la sola ocurrencia de este conjunto de encuentros implica el reconocimiento de que el escenario electoral está abierto; en 1995 o 2011 no hubieran perdido el tiempo. Por otro lado, nos recuerda que ni la burocracia -los técnicos de carrera- del FMI ni la mayoría de los integrantes del directorio tienen compromisos o simpatías particulares por ninguno de los actores políticos del país. Todos dan igual. Hay algunos directores que sí están más involucrados en la dinámica política sudamericana, como el de Estados Unidos y algunos países europeos: para ellos, por razones no económicas, sí es importante que Mauricio Macri logre reelegir.
Sin haberlo leído, podemos presuponer que en el memo dirigido al directorio se dirá que los representantes del oficialismo y del peronismo alternativo expresan más voluntad de cumplir con las metas cualitativas -las “reformas económicas e institucionales”- que en los del kirchnerismo. Aunque al medir Voluntad, los técnicos del Fondo también evalúan las capacidades de implementación: que las contrapartes estén dispuestas a seguir las indicaciones, y en condiciones de hacerlas efectivas.
Por eso les interesa tanto la posición de los legisladores y jefes de bloque. Quieren saber qué tipos de acuerdos parlamentarios pueden lograrse, y cuán permeables estarán los bloques del año 2020 a las propuestas de austeridad que ellos vienen a plantear. Esta última trama es algo más compleja que la mera prognosis de quién ganará la Presidencia. Al FMI le interesa el conjunto de la dirigencia política argentina. Son conscientes, por la experiencia acumulada, que en una democracia solo con grandes entendimientos en la dirigencia se pueden implementar los duros requerimientos que este tipo de acuerdos traen aparejados.

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El voto de la bronca

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Como sabemos, en Argentina hay problemas con el empleo, la pobreza, el nivel de ingreso, la inflación. La situación socioeconómica se ha deteriorado. Los pronósticos para el 2019 no son alentadores, y algunos escenarios -mantenidos en cautelosa prudencia- son más desfavorables aún. Y el estado nacional tiene un acuerdo marco con el Fondo Monetario Internacional que significará más ajustes de cinturón. El contexto económico de la elección presidencial es un pasivo para la reelección de Mauricio Macri. ¿Cuántos presidentes o primeros ministros de las democracias contemporáneas han logrado reelegir con la economía cayendo y el FMI sobre sus hombros.
Como hemos venido sosteniendo en informes anteriores, el Presidente conserva una intención de voto aceptable (3 de cada 10 votantes). Es el núcleo duro que lo apoya a pesar de los problemas de la economía; la aversión al peronismo en todas sus formas lo aglutina. Nadie le disputa a Macri ese 30%, que no ve opciones a la hora de votar. Si apareciese un competidor convocante dentro de ese mismo segmento de votantes, el Presidente estaría en problemas graves.
Sin embargo, a Macri le cuesta mucho crecer por fuera del núcleo duro no-peronista. Del otro lado del respaldo ideológico o identitario, lo que hay es mucha disconformidad con lo económico. Eso ayuda a explicar la conformación de una nueva versión de “voto bronca” al gobierno. Que tiene dos manifestaciones clave.
Por un lado, a lo largo del 2018 se ha ido recuperando Cristina Kirchner, quien hoy está primera en intención de voto. CFK es quien mejor expresa el sentimiento opositor dentro del universo del “voto peronista”, y por eso las versiones “moderadas” del justicialismo quedaron obturadas. Ahora la versión prometedora de ese sector es Lavagna, quien precisamente se caracteriza por no haber confrontado con la ex presidenta.
Y por el otro, un grupo creciente votantes que hoy opta por candidatos más radicalizados: Olmedo, Del Caño y Espert. Sumados, los tres se quedan con 10% de los votos. Por ahora, beben del agua del tercio “no alineado” que pretendía liderar el peronismo alternativo. Olmedo, Del Caño y Espert tienen partidos chicos y escasa presencia nacional, pero acceden a los medios y lanzan consignas tan ruidosas como inaplicables. Ese perfil “antisistema” les permite captar algunas voluntades.
Podemos conjeturar que si la situación económica empeora, hay que esperar tantoun fortalecimiento de CFK dentro del universo peronista como un aumento del voto -sumado- por los candidatos radicalizados. Ambas cosas seguirán obturando el surgimiento del peronismo moderado, y complicando la continuidad de Cambiemos

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El fútbol como problema para Macri

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La gran cantidad de opiniones publicadas en estos días sobre el papelón de la Copa Libertadores y sobre el operativo de seguridad por la realización de la Cumbre del G-20 en Argentina pueden dejarnos con la impresión de que estamos ante un tema menor. Una regla del análisis de la política dice que aquello de lo que más se habla nunca es lo más importante. Sin embargo este tema tiene cierta relevancia. En alguna medida, no sabemos cuál aún, el gobierno de Mauricio Macri va a quedar afectado por esto.
Ni la final de la Copa Libertadores entre River y Boca ni la Cumbre del G-20 producen en sí mismos un rédito para el gobierno. La opinión pública, compuesta de votantes, no cree que se trate de eventos cuya ocurrencia sea un mérito de dirigente político alguno. Tampoco es cierto, como suele repetirse, que la reputación internacional de la Argentina como país quede afectada por este tipo de cosas. Las imágenes siempre se juegan hacia adentro. Y ahí sí puede haber dolores de cabeza si las cosas salen mal. Como está sucediendo: la sociedad quedó algo impactada por lo que sucedió el pasado fin de semana. El ataque al micro que llevaba a los jugadores de Boca y la suspensión del partido necesitan encontrar un culpable. Y el G-20, además, es una especie de fastidio porteño.
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Al oficialismo esto lo afecta por motivos singulares. Boca Juniors y el fútbol en general son los  verdaderos territorios de origen del presidente Macri. Para el electorado, allí fue donde comenzó la popularidad y la carrera política que lo llevó a la Casa Rosada. Y además, la seguridad es el caballo de batalla presidencial. La política destacada.
Por esa razón, el fútbol es el órgano más sensible del Presidente. El problema de la violencia en las canchas que no cesa, los escándalos de la AFA y la FIFA, la percepción de que desde el estado se favorece siempre a Boca… todo eso puede volverse en contra de la reputación presidencial. En la gestión de los clubes de fútbol suele haber mucha turbidez. No casualmente, el punto más grave del enfrentamiento entre Mauricio Macri y Elisa Carrió fue cuando la diputada y socia presidencial dijo que ella “no fundó Cambiemos para que el país termine siendo gobernado por Boca”. Con Boca nadie se puede meter. La mayoría de los consultados por las encuestas dice creer que Mauricio Macri mantiene influencia en Boca.
Por otra parte está la seguridad. Si en algún momento se baraja la posibilidad de una fórmula presidencial Macri – Bullrich es por el hecho de que en las encuestas la seguridad es la única política pública que cuenta con valoración positiva. Los argentinos consideran que hay mucha inseguridad y el problema sigue siendo una de las prioridades, pero reconocen que el gobierno nacional hace cosas en la materia. La lucha contra el narcotráfico, el despliegue de la Gendarmería en barrios peligrosos, el empoderamiento de los agentes. Por eso el impacto específico de algo tan vistoso como este partido lastima al Presidente en dos formas y simultáneamente. En su propio territorio su gestión más destacada no funcionó. El problema tiene relieve simbólico.
Las acusaciones de corrupción en la obra pública de Santa Cruz terminaron siendo el aspecto más problemático para Néstor Kirchner. Porque ahí estaba la esencia de su promesa. Menem nunca había prometido transparencia, pero Kirchner sí: incorporó a su gobierno a la izquierda progresista y reivindicó como nadie a las organizaciones de los derechos humanos. En la Argentina, hasta hace no demasiado tiempo ambas instituciones eran una reserva de moralidad. También había prometido más servicios estatales, y ello estuvo representado en “las obras”. Por eso mismo, la contradicción entre esa promesa y la realidad mostrada en las pantallas afectó la identidad progresista que el kirchnerismo reivindicaba para sí. La clase media entusiasmada se desilusionó. Hoy Macri enfrenta algo parecido: opacidad y mala gestión combinadas en el seno del terruño presidencial pueden convertirse en una perdurable imagen de fracaso.

 
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