Argentina necesita un Pacto Nacional de Empleo, Productividad e Ingresos

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Todos sabemos que el trabajo es una necesidad personal y social, que continúa siendo un valor que permanece entre nosotros, que crea lazos sociales, pero también crea bienes de uso que tienen una utilidad social para toda la especie humana. Con el trabajo no solo se aprende, se adquiere conocimiento tácito y se configura la identidad social.

Hace unos días conocimos los nuevos datos sobre el empleo en Argentina, tenemos más de 2 millones de personas buscando trabajo actualmente (desempleo 10,6% en el segundo trimestre 2019, según INDEC), es el nivel más alto registrado en los últimos 13 años. También creció la subocupación, personas que están empleados pero desearían trabajar más horas (11,8% en el primer trimestre a 13,1% en el segundo trimestre de 2019), esto afecta a otras 2 millones y medio de personas. Entre los más jóvenes, la tasa de desocupación ascendió a 23,4% para mujeres y 18,6% para varones (datos del segundo semestre de 2019, según INDEC).

Estos datos repercuten directamente en el presente y en el futuro de nuestro país, puesto que las políticas de empleo que implementemos para subsanar este déficit repercuten de forma directa en la estructura social. Y aquí me gustaría citar al Doctor en Ciencias Sociales e Investigador Superior del CONICET, Julio César Neffa, que durante muchos años viene trabajando en las políticas de empleo que se implementan en toda la región y particularmente en Argentina. Para un especialista en empleo como Dr. Neffa, una verdadera política estratégica de empleo debe apoyarse sobre el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación productiva, para generar nuevos productos y procesos que satisfagan necesidades sociales, buscando una competitividad genuina basada en el aumento de la productividad, mejora de la calidad, reducción de los costos unitarios, cumplimiento de los plazos de entrega, para absorber el desempleo y generar nuevos empleos productivos que incorporen a profesionales y técnicos y estos no se vean impulsados a migrar al exterior.

Por un lado, tenemos que reconocer que las políticas pasivas de empleo promueven solamente asignaciones, subsidios por desempleo y asistencia social. En cambio, las políticas activas promueven la creación de nuevos puestos de trabajo formales que movilizan el mercado laboral, solidifican la estructura social y fomentan la economía doméstica. La mejor combinación de estas políticas haría que las soluciones no se enfoquen solamente en los “parches” deficitarios y tengan una perspectiva más holística del fenómeno del desempleo.

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Abordar el problema del desempleo no es una terea sencilla, sobre todo si es de larga duración. Una persona que hace varios meses está buscando trabajo comienza un periodo de pérdida de la identidad profesional, puede sufrir problemas psíquicos y mentales provocados por la sensación de ser considerado inútil para la sociedad y de ser estigmatizado. También puede existir una degradación de la salud física, psíquica y mental por falta de actividad, un deterioro de las condiciones de vida de todo el grupo familiar y de relaciones familiares y sociales. Pero algo que puede ser aún más grave es cuando el desempleo persiste y comienza a degradar la cohesión del conjunto de la sociedad, la fractura y segmenta la calidad de la vida colectiva con consecuencias en el mediano y largo plazo.

Debemos generar un Pacto Nacional de Empleo, Productividad e Ingresos que tenga el compromiso tripartito de los protagonistas para poner en marcha políticas activas y pasivas de empleo coherente. El Estado en cumplimiento de sus funciones directivas, los empresarios (que son los mayores creadores de empleo), los trabajadores y sus respectivas asociaciones profesionales.

Primero, se deben coordinar todos los programas y actividades de todas las carteras nacionales involucradas a las políticas de empleo y cruzarlas con los órganos provinciales y locales del sector del trabajo. Generar una participación de las centrales de asociaciones profesionales de trabajadores y empleadores. Luego, es necesario desarrollar, modernizar y fortalecer la estructura del actual Ministerio de Producción y Trabajo.

Hay que promover el sector de la economía social integrado por unidades de producción cooperativas, empresas recuperadas por los trabajadores y autogestionadas, brindándoles asistencia técnica y financiera. Se deben fortalecer a todas las Pymes procurando instaurar el trabajo en redes con beneficios mutuos.

Mantener estadísticas confiables en cuanto al consumo, el empleo, la canasta familiar, ingresos, información pública, veraz, gratuita y transparente. Para asegurar el seguimiento y medición de impacto de las políticas públicas de empleo.

En cuanto al derecho del trabajo y la seguridad social: hay que reformar la legislación laboral para eliminar todas las restantes clausulas flexibilizadoras negativas introducidas durante los periodos neoliberales. Combatir la precarización del empleo regulando de manera más eficaz el funcionamiento de las empresas de intermediación en el mercado de trabajo. Fortalecer aún más la negociación colectiva promoviendo y estimulando la inclusión, con cláusulas relativas a la creación y protección de empleos estables, registrados y “decentes”, la formación profesional y la educación permanente. Hacer efectivas las normas que propician la igualdad de oportunidades para varones y mujeres.

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Algunas políticas públicas que deberían implementarse a partir del 10 de diciembre:

1) Instaurar programas de formación profesional para jóvenes en paralelo con pasantías en situación real de aprendizaje, para que adquieran calificaciones y competencias respondiendo a las demandas.

2) Adoptar un sistema de crédito fiscal para las empresas que lleven a cabo actividades de educación permanente o de formación profesional para complementar la formación e incorporar nuevos trabajadores.

3) Generar “empleos de proximidad” en el sector no mercantil, para que los actuales trabajos voluntarios de carácter social en el vecindario se conviertan en empleos, y sean reconocidos como trabajos asalariados a tiempo parcial por parte del municipio.

4) Promover el empleo de personas con capacidades diferentes, o que han sido víctimas de accidentes de trabajo y tienen secuelas de enfermedades profesionales.

5) Adoptar políticas de formación y empleo focalizadas para categorías específicas de la PEA: jóvenes desertores del sistema educativo, mujeres con poca formación profesional y con responsabilidades familiares, reconversión de trabajadores desocupados de edad avanzada que son descartados por las empresas, asistencia psicológica y formación a ex presidiarios que desean reinsertarse en la vida social y que generan desconfianza en las empresas tradicionales, a trabajadores migrantes, refugiados políticos, etcétera.

6) Políticas de desarrollo regional y local que impulsen mediante incentivos fiscales la descentralización productiva, y generen empleos por un tiempo indeterminado y registrado ante el sistema de seguridad social.

7) Otorgar facilidades impositivas a las empresas que inviertan todo o parte de los excedentes para ampliarse y crear empleos.

8) Establecer normas adecuadas para las empresas que recurran a procesos de subcontratación y tercerización de empleos registrados.

Por último, el problema del desempleo es un fenómeno que nos afecta a todos, y todos los sectores de la sociedad deberían involucrarse para solucionar este flagelo que se relaciona con el desarrollo y con el crecimiento de una Nación, de una provincia y una ciudad, porque tiene una incidencia directa en la “cuestión social”. Para crecer necesitamos mayores y mejores empleos que brinden soluciones económicas a las familias argentinas, es un crecimiento rico en empleos.

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