Apuntes de la Crisis: 30 primaveras después

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Desde hace un tiempo en esta columna venimos exponiendo las difíciles transiciones de un gobierno a otro durante la joven democracia Argentina, con el objetivo de ayudar a entender por qué nos pasa lo que nos pasa y tratar de que no nos vuelva a ocurrir (tarea difícil).

En el articulo anterior expusimos brevemente lo que fue en materia económica la enorme frustración de no poder lograr una economía con estabilidad de precios e inclusión social como prometía la alianza (la palabra progre estaba bien vista y es lo que se demandaba socialmente para reducir las enormes desigualdades sociales que dejaron diez años de Convertibilidad; eso sí, sin dejar de cobrar nuestros sueldos en pesos-dólares, como si se pudiera tener todo).

En este artículo iremos al año 1989 y el último estallido hiperinflacionario que nos abrió los ojos y nos mostró una dura realidad: que por más esfuerzos que se hagan no siempre la democracia alcanza para “comer, curar y educar”.

Contexto previo:

En febrero de 1985 el gobierno de Raúl Alfonsín empieza a darse cuenta que la voluntad a veces choca con las limitadas posibilidades (conocidas como “la restricción presupuestaria” que te muestra que hay necesidades insatisfechas pero la plata no te alcanza para cubrirlas). Entonces decide reemplazar en el Ministerio de Economía a Bernardo Grinspun y su plan Keynesiano de reactivar la economía haciendo crecer los salarios reales y bajar la inflación “gradualmente” por Juan Vital Sourruille; alguien que por su trayectoria profesional y por estar al frente de la Secretaría de Planificación Económica era una de las personas que más conocía y comprendía la realidad del momento.

Con una combinación de medidas ortodoxas (equilibrio fiscal para dejar de financiar el gasto público con emisión) y heterodoxas (control de precios, dólar, salarios y tarifas); lanza un plan de shock muy bien calculado que tuvo un importante éxito inicial y que se vio en todos los indicadores económicos (bajó la inflación, subió el salario real, creció la economía, etc.). Pero para demostrar que no siempre Dios es argentino, mientras el plan trataba de generar confianza tanto para inversores como consumidores y comenzar un largo periodo de estabilidad, “pasaron cosas” que las podemos resumir así:

  1. Estados Unidos subió las tasas de interés con lo que encarecía el costo de la deuda argentina y presionaba a la fuga de capitales. 
  2. Como consecuencia de lo anterior, cae el precio de los granos que exportaba la Argentina. Sumado a ello, episodios de sequía (cuando Dios se ensaña, se ensaña) hicieron que las exportaciones cayeran, por ejemplo desde un volumen de U$S 8396 millones en 1985 a solo U$S 6600 millones entre 1986 y 1987; o sea una caída del 20 % de la generación genuina de divisas. 
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Si a esto sumamos la suba de importaciones por la reactivación económica inicial, la posición externa argentina se vio envuelta en una situación inviable en el tiempo (por la caída de las reservas del Banco Central).

  1. La puja distributiva en Argentina era bien conocida por Sourruille, pero no solo se trata de conocer sino de tener poder suficiente para manejarla. Los militares presionaban por aumentos y eso, en 1986, significaba amenaza real de golpe de Estado. También lo hacía la CGT de una manera bastante irracional y puede decirse electoralista, ya que en ese momento era la columna vertebral del partido opositor. 

Como el factor externo empezó a debilitar la economía del país, el gobierno empezó a ceder en el factor interno y ya en 1987, el plan y sus flexibilizaciones fueron insostenibles.

Plan primavera:

El año 1988 encuentra al Gobierno con un desgaste muy importante y esto se veía en la pérdida de valor del Austral (en agosto la inflación llegó al 27 por ciento mensual). Entonces, se lanza el Plan Primavera o plan llegar (como sea no importa, pero llegar). No hay mucho que analizar sobre este plan bastante pobre en contenido pero que  respondía a la poca capacidad de acción que en ese momento tenía el Gobierno. Aquí conviene hacer algunas comparaciones con la situación actual:

  1. Acuerdo de precios:

Plan Primavera: ya no era un congelamiento, sino un acuerdo de aumentos decrecientes entre el Gobierno, la Unión Industrial Argentina y la Cámara de Comercio. A cambio el gobierno redujo el IVA del 18 % al 15%.

Macri y sus Precios Esenciales: Fue un acuerdo de caballeros que se hizo con las principales empresas en abril y que debería estar vigente por seis meses. Tiempo después, eliminó el IVA a productos de la canasta básica hasta fin de año.

Si bien la inflación descendió unos meses en el 89, se desbocó nuevamente terminando en la historia conocida. En el caso de las medidas actuales, a la luz del último dato de inflación y la que se espera, no se ve que hayan sido medidas efectivas.

  1. Dólar
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Plan Primavera: se dio el desdoblamiento del mercado cambiario, donde la operatoria consistía en comprar los dólares a los exportadores a un tipo de cambio oficial y venderlos al tipo financiero (fijado por oferta y demanda), para así quedarse con la diferencia. También “reperfiló” deuda interna.

Macri: Vendía al oficial hasta que casi se queda sin reservas de libre disponibilidad y tuvo que tragarse el sapo y meter un cepo, con todo lo que le pesa ideológicamente.

Creo que la lección aquí es sencilla: no sirve el cálculo de si hay muchas o pocas reservas cuando hay una transición, ya que se despierta la desesperación del argentino por convertir todo a dólares. De hecho, la devaluación de abril del 89 fue del 193 % y la compra de dólares seguía aumentando, en mayo 89 se devaluó un 111 %.

  1. Cuentas públicas:

En ninguno de los dos casos le dieron prioridad al origen de los problemas (el déficit fiscal). Lo importante era bajar el dólar y los precios; y después, si ganamos vemos como arreglamos el desequilibrio presupuestario.

  1. Financiamiento externo:

Plan Primavera: La historia cuenta que Cavallo y Di Tella fueron a Washington a decir que no le presten más a la Argentina, algo a lo que Sourrouille restó importancia y con la decencia de alguien que no eludió nunca su responsabilidad dijo: “Con todo respeto, no era tal la influencia de Cavallo”.

Macri: No hizo falta que viaje nadie a decir que no le presten a la Argentina, de hecho el único que nos estaba prestando decidió esperar a que el panorama se aclare (el FMI y sus U$S 5400 millones de restantes)

Breve:

Ya sabemos cómo terminó la historia, pero si cabe exculpar a Alfonsín y a su Ministro, es que en ese momento todo era nuevo, difícil e imprevisible. 

Hoy los militares no son amenaza, Moyano no hizo 13 paros generales y ojalá el mundo y el FMI le hubieran dado a la naciente democracia el 10 %  de la ayuda que le dieron a Macri.

Nada más.

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