¿Quién quiere ser millonario? Cinco razones para hablar del Conicet

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1 – El muro de los lamentos
 
El mes pasado ocurrió un hecho inédito en la historia del Conicet: se realizó la primera asamblea de directores de institutos e investigadores autoconvocados en Córdoba. El debate culminó con la producción de un documento que sintetiza la dramática situación financiera del organismo, critica duramente la política implementada por el Gobierno que puede resumirse en una sola palabra: vaciamiento.
La porción del presupuesto que el Estado destina a Ciencia y Técnica cayó al 0,25% del Producto Bruto Interno (PBI) el año pasado, menos que durante el período 2010-2015 y muy lejos de la promesa de campaña de elevarla a 1,5%. Pero ya lo sabemos, pasaron cosas.
Cosas como estas: el presupuesto del funcionamiento del Conicet -destinado a gastos de funcionamiento, infraestructura y ejecución de proyectos- bajó a menos del 5%. Pero incluso este porcentaje es irreal, porque el Estado sub-ejecuta el presupuesto, es decir no termina de enviar las partidas en tiempo y forma. Esto también es lo que sucede con los fondos para proyectos de investigación. Algunos, concursados hace dos o tres años, siguen sin percibir los depósitos. Muchos institutos ni siquiera han recibido partidas de 2019.  El pago de los fondos para proyectos de unidades ejecutoras se ha suspendido. Y se ha decidido dejar de financiar reuniones científicas.
Claro que esto no es novedad, pero se agrava cuando el presupuesto se calcula en términos nominales, es decir sin considerar la inflación real que el año pasado alcanzó casi el 48% y en lo que va de este, parece seguir la misma tendencia. La suba del dólar es realmente un calvario para aquellos investigadores que dependen de la importación de insumos.
Los salarios siguen la misma suerte que los de la mayoría de los trabajadores. Los sueldos de los científicos argentinos, afirma el documento, son los peores de toda América Latina.
Las paritarias de 2018 lograron un triste 15% frente a una inflación que triplicó esa cifra con creces. Los becarios y los investigadores más jóvenes ganan por debajo de la línea de pobreza en la mayoría de los distritos.
La brutal disminución de los ingresos a la carrera de investigador (CIC) es otro claro ejemplo del ajuste y desguace de una de las instituciones científicas mejor posicionadas en el ámbito internacional. Esto afecta sensiblemente a zonas como la nuestra que padece los efectos de años de centralización de la inversión en ciencia y tecnología. El resultado es el atraso y el relegamiento de la producción científica regional que es la única que puede estudiar y comprender nuestros problemas y necesidades, para pensar posibles soluciones. Porque eso hacemos: estudiamos problemas para ayudar a resolverlos.

 

2 – Inútiles, vagos… sinvergüenzas
 
El mes pasado también hubo otra noticia que puso en escena al Conicet. Me refiero a los comentarios del periodista y provocador Eduardo Feinmann, quien agredió e insultó a un investigador por su identidad sexual y en el mismo acto desacreditó su actividad científica. Es claro que no se trató solo de un ataque individual, fue un gesto de homofobia que azuzó los odios que viven en nuestra sociedad. Un recorrido por los comentarios que despertó la nota basta para ejemplo. Por la gravedad de los dichos no voy a reproducirlos. Hay límites que respetar en la comunicación pública si es que aún buscamos un ideal democrático y abogamos por la convivencia pacífica.
La brutalidad del gesto de Feinmann no es aislada. En 2016, cuando todavía el gobierno de Macri disfrutaba de las mieles del éxito electoral, investigadores y becarios de las Ciencias Sociales fueron hostigados, insultados, desprestigiados por un ejercito de trolls que se dedicó a comentar los títulos de las investigaciones y publicaciones sin entender absolutamente nada al respecto.
El ataque fue sistemáticamente orquestado desde la más odiosa ignorancia y con ánimos de sembrar en la opinión pública el malestar contra la comunidad científica. Es decir, con la intención de reforzar una idea que ya circula: que quienes nos dedicamos a las Ciencias Sociales no somos útiles para la sociedad.
 
3 – Trending topic
 
Apenas comenzó mayo fuimos noticia otra vez en ¿Quién quiere ser millonario?. “Investigadora del Conicet busca financiamiento para la lucha contra el cáncer en un concurso televisivo”, titularon los medios para contar que la doctora en Biología Marina Simian ganó medio millón de pesos en televisión.
El monto, según declaró, lo destinará al financiamiento de su investigación sobre el cáncer, ya que sobre el pago de los subsidios que le deben no hay ni rastros.
No fue una anécdota, fue una estrategia política de visibilidad pública bien lograda: instaló el tema en la agenda mediática (esta nota es un efecto derivado de ese acontecimiento).
Pero la lógica espectacular prioriza siempre la narración del caso individual, deja afuera la dimensión colectiva del problema y con ello las responsabilidades estatales.
 
4- Foto sí, respuestas no
 Días después de su viralizada aparición televisiva, en un hilo de cuenta de twitter la investigadora del medio millón de pesos expone los puntos que trató en una reunión con el presidente Mauricio Macri (siempre dispuesto a mostrarse dialoguista en fotos y ante cualquier otra estrategia de marketing político diseñada por el único de sus funcionarios que puede jactarse de haber tenido éxito, Durán Barba).
 


Los temas que abordó la doctora Simian con el presidente fueron:
1) eliminación de impuestos a la importación de reactivos para la investigación (que son caros y acá no hay);
2) pago de subsidios;
3) recomposición salarial;
4) manejo de subsidios del exterior -los pocos que existen, por cierto-, es decir trabas burocráticas administrativas;
5) incorporación de los directores electos al directorio del Conicet.
Aunque no en el mismo orden asignado por la investigadora, todos son puntos de la agenda institucional del Conicet – a quien la bióloga no representa formalmente-.
Una agenda que ni el presidente ni el directorio del organismo lograron discutir con el presidente Macri y que el ahora Secretario de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, dejó en el olvido cuando aceptó su papel de administrador del vaciamiento.
En la misma semana el ministro del interior Rogelio Frigerio se pronunció al respecto diciendo que es necesario discutir las prioridades, dando a entender -hasta para los más ilusos- que la ciencia no es importante y no está en las prioridades del gobierno.
La orquestación de estas apariciones públicas no puede abstraerse del contexto en el que se producen: los tiempos de la campaña electoral. Así, la foto junto a la investigadora del medio millón -que por cierto en el mismo hilo de twitter se autoproclamó interlocutora entre el Gobierno y la comunidad científica-, monta la escena de la escucha y la atención al reclamo.  
Pero, seamos serios, ese encuentro no puede ser interpretado como una respuesta a los problemas de la comunidad científica que son, a su vez, resultado de las políticas que este Gobierno generó.
El gesto de la foto es una pose más de la tantas a las que nos tiene acostumbrados el presidente. Mientras no haya respuestas y acciones concretas en las instancias institucionales y administrativas correspondientes, seguimos asistiendo al vaciamiento, al desprestigio y a la deslegitimación de la ciencia. Como en todo espectáculo, asistimos a un simulacro: el del reconocimiento del valor de ciencia reducido a una foto marketinera y a un hilo de twits.
Mientras que a los funcionarios Frigerio y Barañao les tocó la triste tarea de difundir los argumentos ideológicos que justifican el ajuste. Y esto nos obliga a los investigadores a participar de la discusión pública para tratar de convencer a la ciudadanía que nuestro trabajo no es un gasto sino una inversión, que no hay desarrollo sin innovación en ciencia y tecnología y que las ciencias sociales han ayudado a que nuestras sociedades se transformen.
 
5- En rebeldía
 
En esta semana, la directora del Conicet por el área de Ciencias Sociales con mandato vencido hace un año, Dora Barrancos, presentó su renuncia como gesto de protesta ante la demora en la designación de su sucesor, el doctor Mario Pecheny -elegido democráticamente por todos los investigadores del área, al igual que su par de Ciencias Naturales, doctor Alberto Kornblihtt.
Sí, el mismo que dejó en evidencia la ignorancia y los prejuicios de la senadora por Tucumán, Silvia Elías de Pérez durante las audiencias en el marco del debate por el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo.
El acto de Barrancos reforzó ante la opinión pública el tema de la crítica realidad del Conicet.
Su dimisión responde, según explicó la prestigiosa socióloga e historiadora, al orden moral: no le es posible seguir avalando el desorden que el propio Gobierno promueve al interior del organismo.
Los sucesores deberían haber sido nombrados por decreto hace un año. La demora es injustificada y sería ingenuo no leerla como un gesto político de vaciamiento institucional. La decisión de Barrancos está sin dudas a la altura de su figura.
Sin embargo, no tenemos mucha esperanza de que la situación cambie. Si el Gobierno cree que el financiamiento de la ciencia no es prioridad, poco o nulo respeto hacia el orden institucional podemos esperar.
El Conicet fue noticia, pero no precisamente por las razones que nos gustaría a quienes integramos dicho organismo. Digamos con eso que se impuso como novedad o tendencia, fue un tema del que la gente habló en redes sociales. Y porque ahora lo viral es ya un criterio noticioso, la ciencia recibió los titulares que no consigue por otras vías -esto sería interés genuino en lo que los científicos tienen para decir sobre la sociedad, la industria, la tecnología, la salud, los medios, el planeta y etcéteras. ¿Debemos ponernos contentos los investigadores porque el ajuste fue noticia? ¿Es una estrategia efectiva obtener la atención, aunque sea efímera, de los públicos masivos y con ello de los gobernantes, para que se hable de lo que nos preocupa hace ya mucho tiempo? ¿Ante la falta de respuesta institucional a los reclamos de la comunidad científica, es la vía mediática la única salida para el reconocimiento y la legitimación de la ciencia como actividad necesaria para el desarrollo del país? ¿Qué podemos decir sobre el valor de la ciencia si éste depende de la capacidad para generar retwits, posteos y titulares o se mide según el opinómetro de los comentarios por Facebook? Tal vez podamos encontrar respuestas alentadoras a estas preguntas, sinceramente.

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