Perduellis, cipayos, veletas y analfabetos políticos

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El desastroso estado actual de Argentina, en marcha desenfrenada hacia la disolución nacional, no es casual ni fortuito, pues existe una sumatoria de factores internos y externos que nos empujaron a esto, y quienes desde las sombras comandan todo el siniestro operativo evidencian estar decididos a llevar a cabo su siniestro objetivo hasta las últimas consecuencias.
En ese contexto, los colonizados mentales y otros confusos varios, juegan voluntaria o involuntariamente sus roles en contra de los Intereses Nacionales.
Entre otros destacados y patrióticos pensadores que tuvo Argentina, dos de ellos abordaron el tema con notable profundidad y muy precisa visión: el hoy menos conocido José Luis Torres y el notable referente del Pensamiento Nacional Arturo Jauretche.
Torres impuso el hoy casi desconocido concepto de “perduellis”, tomado del latín, y que significa “enemigo interno”, a diferencia de “hostis”, “enemigo externo”.
Jauretche creó el contundente concepto de “cipayo”, para definir a los que agreden y odian a propio pueblo y traicionan a la patria, tomando el nombre del regimiento homónimo de La India Colonial, tropa conocida por la ferocidad con la que reprimían a su propio pueblo, operando para los invasores británicos.
Este concepto es contundente, y en una sola palabra define una serie de lacras conductuales muy nefastas para nuestra patria, hoy tan agredida.
Desde hace mucho padecemos las muy negativas influencias de distintos tipos de cipayos en nuestro país, así como también en la Patria Grande que es Sudamérica.
Algunos se autodefinen solos, como ciertos “progres” llenos de fraseologías e ideologías foráneas, todas disolventes y sumamente agresivas, como los ultra ecologistas, los indigenistas, las feroces feministas (que llegan hasta a odiar “al macho”, pretendiendo un mundo sin hombres y sobre todo sin familia heterosexual), los antiteos revulsivos que pretenden imponer el ateísmo al como sea; y otros grupos minúsculos pero generalmente muy violentos en sus prédicas y a veces de hecho, como trotskistas, anarquistas y similares. Todos estos últimos, por pretendida “pureza ideológica” terminan siempre jugando a favor de las oligarquías apátridas y otros grupos antinacionales.
Por lo general casi todos ellos no se consideran argentinos y desprecian al sano patriotismo, con pretendidos descalificativos como “facho”, “concepto burgués” y otras muletillas que muchas veces no saben definir con precisión. Estos claramente se definen como cipayos asumidos. No hay confusiones.
Están los muy soberbios oligarcas, y sus claques de los sectores medios – altos que se les asimilan…aunque estén lejos social y económicamente. Su “patriotismo” es claramente clasista, racista y circunscripto a su casta y sus intereses. Se los ubica fácil, aunque cierto periodismo complaciente los proteja al tanto por cuanto. El “patriotismo” de esa gente se mide en los bolsillos, en los privilegios de “alcurnias” de estancias y billeteras, así como en las prebendas de clase.
Algo más difusos pero fácilmente perceptibles, son los acomodaticios de clases medias, volubles y carentes de convicciones, se sienten cercanos a las oligarquías a las que admiran, sin entender que son despreciados y marginados por esos núcleos del poder. A su vez suelen despreciar o “asquearse” de los pobres, no comprendiendo que apenas están uno o dos escaloncitos por sobre ellos en la escala socio económica, y que fácilmente pueden “descender” en el marco de gobiernos liberales, o sea antipopulares y antinacionales.
Hoy dicen odiar al “populismo” (los gobiernos populares), pues así les inculcaron los medios concentrados; olvidando que la Universidad gratuita, las mejoras sociales y otros avances notables, se los debemos a los gobiernos nacionales y populares, sobre todo al peronismo, mal que les pese o pretendan ignorarlo; o lo tapen con dosis descomunales de odios irracionales.
Incluso dentro de las clases medias, están los que odian a “los negros vagos” (y otros conceptos racistas), pese a que muchos odiadores distan mucho de ser nórdicos de pura cepa…u otras aberraciones similares.
Pero los que forman el Caballo de Troya, disfrazados de exultantes patriotas que gritan a voz en cuello el supuesto nacionalismo (meramente cosmético) que practican, son los patrioteros de bandera y sus mentores e impulsores principales de las últimas décadas, los proceseros cerrados y contumaces.
Como el patriotismo declamativo confunde a incautos y desprevenidos, así como dado el rol de fuerza pretoriana al servicio de las oligarquías apátridas y los intereses antinacionales, este sector del cipayaje es potencialmente mucho más funesto, amerita un análisis más exhaustivo.
Ese rol antinacional lo hicieron en la década infame (1930 / 1943), sobre todo desde el “justismo” (Agustín P. Justo, el General aliado de la oligarquía campera y subordinado a los británicos), desde “la fusiladora” (1955) en adelante con pocas excepciones, y muy acentuadamente desde el “proceso” (1976); revelando en sus mentores la intención de ser continuadores del anglófilo mitrismo ultra liberal y feudal campero, vigente desde 1862 hasta el advenimiento del Yrigoyenismo, con muy pocas excepciones positivas en esos largos años.
Al Caballo de Troya de proceseros y patrioteros de bandera, me referiré en artículo aparte, en mérito a la brevedad, Dios mediante.

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