La Fe encarnada en la vida

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 25 durante el año [22 de septiembre de 2019]

En estos días hemos tenido especialmente presente a nuestros maestros y profesores. El 17 de este mes celebramos y recordamos especialmente a los profesores. Esta fecha fue elegida haciendo memoria de un gran hombre de nuestra historia: José Manuel Estrada, que falleció el 17 de septiembre de 1894. «Estrada fue profesor, historiador puntilloso y católico practicante. Escritor, periodista y político, todo lo cual lo transformó en uno de los más fieles exponentes del pensamiento argentino en los inicios de la modernidad de nuestra Nación». Muchas veces reflexionamos sobre el rol del laico y la necesidad del compromiso entre fe y vida, criterios y cultura.

En Estrada y otros tantos hombres y mujeres de ayer y de hoy, podemos encontrar testimonios que nos indican que fundamentalmente desde el compromiso de la gente podemos tener esperanza.

Pero también es cierto, y debemos señalarlo, que en este inicio del siglo XXI nos encontramos con la necesidad de superar las causas que provocan tantas rupturas entre la fe y la piedad de los cristianos por una lado, y el compromiso de vida y los criterios cotidianos, por otro.

Lamentablemente esto trae serios problemas a la acción evangelizadora de la Iglesia. Algunas de esas causas las encontramos en planteos erróneos de espiritualidad. No son pocos los cristianos que encierran la dimensión religiosa en la sola práctica de actos de piedad y en la vida diaria se sienten liberados a obrar de cualquier manera, sin ningún criterio ético. Desde ya que esto es una visión errónea e incluso ritualista y pagana de la religiosidad.

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Los cristianos debemos saber que la espiritualidad necesita de la piedad, de la oración personal, comunitaria y de la vida sacramental, pero todo esto debe llevarnos a captar cuál es la voluntad de Dios y ponerla en práctica en nuestro obrar cotidiano.

Nos puede ayudar el texto del Profeta Amós que leemos este domingo [Am 8,4-7]. El profeta enumera un listado de infidelidades e injusticias que el pueblo elegido cometía, violando la Alianza hecha con Dios: «Ustedes dicen ¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar, compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los deshechos del trigo”. El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones» [Am 8,5-7].

La espiritualidad cristiana necesita que la fe esté encarnada en la vida como nos dice Santiago en su carta: «Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos» [Sant 1,22]. Si bien la espiritualidad nos implica a todos los bautizados, en nuestros días es fundamental la comprensión de este desafío por parte del laicado que es la gran mayoría del pueblo de Dios. Evangelizar la cultura implicará poner en práctica la voluntad de Dios en la familia, en el trabajo, en la política, en la escuela y en los medios de comunicación.

Es importante recordar un texto de las conclusiones del documento de Aparecida, en donde se señalaba respecto de los laicos: «Su misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los criterios del Evangelio.

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El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de la realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los mass media, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta» [DA 210]. En este contexto y en la necesidad de evangelizar la cultura, adquieren especial relieve figuras ejemplares como la de José Manuel Estrada. No dudamos en que nuestra Patria se fue construyendo con hombres y mujeres con ideales. La mediocridad del pragmatismo que siempre es materialista, es una de las causas de la crisis en la que estamos.

El Evangelio de este domingo [Lc 16,1-13], nos dice que «ningún servidor puede servir a dos señores. No se puede servir a Dios y al dinero». Los cristianos debemos tener a Dios en nuestro corazón y también sus enseñanzas, asumiendo la vida cotidiana, como lo hacemos, pero evitando servir a ídolos.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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