La Cachuera: la empresa yerbatera fundada por un inmigrante polaco que factura más de $ 1000 millones

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Cuando Juan Szychowski llegó a la Argentina, en 1900, todo era desconocido. Había sido un largo viaje desde Polonia, que lo llevó, junto a sus padres y hermanos, a radicarse en la calurosa y remota provincia de Misiones. Allí, descubrió la hoja verde que conduciría a ese inmigrante autodidacta a convertirse  en el fundador de una empresa que, este año, cumple un siglo. Todo, gracias a un torno y unas hectáreas de tierra colorada que vieron nacer a La Cachuera, tal cual se bautizó a la razón social.

Quien hoy habla es María Victoria Szychowski, su nieta y actual titular del grupo. Hija de Juan Alfredo, quien dirigió la compañía durante 45 años y se retiró hace cuatro, asegura que, de chica, nunca imaginó con estar al frente de la firma responsable de la marca Amanda. “Hace 27 años, mi padre nos convocó, a mi esposo y a mí, para continuar el legado. Yo empecé desde abajo, en el departamento de Tesorería, y me encargaba de cobranzas y pagos. Así, fui conociendo los procesos”,  explica a la revista Apertura la menor de cinco hermanos y la única de ellos que trabaja en la empresa.

En Apóstoles todavía, se mantienen en pie los yerbales que plantó el fundador. Alrededor, su familia montó una industria que emplea a 370 personas de forma permanente, suma 160 en época de cosecha y acumula 1000 hectáreas de yerba mate distribuidas entre la zona Noreste de Corrientes y el Centro y Norte de Misiones.

Si bien se trata de un producto milenario, que consumían los guaraníes antes de la llegada de los españoles, la familia Szychowski fue pionera en su comercialización. Hoy, la infusión, que, para los nativos, era objeto de culto y ritual, llega al 98 por ciento de los hogares argentinos, según Kantar Worldpanel, y se convirtió en una de las cinco categorías con más consumidores. El año pasado, La Cachuera produjo 20,15 millones de kilogramos de yerba mate para el mercado interno, frente a una producción nacional que registró 252.140,154 millones, según el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).

En el directorio, tres de los cinco integrantes son de la familia: a la presidente, se suman dos primos, Marcelo y Amanda Szychowski. El vicepresidente es Ricardo Lliej, quien, además, es gerente Financiero. El quinto director es Jorge Chamorro (contador). Juan y su esposa, Bronislada Kruchowski, tuvieron ocho hijos. A la fecha, están trabajando sus bisnietos. 

Sin embargo, no todo estaba servido para los venideros. En palabras de Jorge Hambra, director del Club Argentino de Negocios de Familia, el 70 por ciento de las empresas familiares se desactiva con la primera gestión y no más del 4 por ciento llega a la cuarta generación. ¿Cómo hicieron los Szychowski? Según su titular, fue necesario contratar ayuda externa y establecer protocolos porque, cuando se mezcla lo laboral con lo familiar, los conflictos están a la orden del día. “Estamos trabajando en la transición y ordenamiento, para que el legado pueda seguir creciendo”, explica.

El traspaso que puso a María Victoria al frente tampoco fue sencillo. Dice que, para su padre, la empresa era mucho más que un trabajo. “El retiro es como una muerte en vida. Buscamos, entonces, que siga siendo un asesor, aportando su consejo”, señala la hija.

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Según Nielsen, Amanda es el tercer jugador de un mercado en el que un puñado de empresas concentra el 85 de las ventas. Se suman a esta lista el Establecimiento Las Marías, Molinos Río de la Plata, Establecimiento Santa Ana, Establecimiento Diez Hermanos-Hreñuk, Cooperativa Liebig y Llorente y Cía. “El consumo se mantiene constante hace años. Entonces, para que una marca crezca, tiene que sacar mercado a otra. Y ese desafío se nos presenta a todos”, reflexiona Szychowski. Amanda tiene 10 por ciento del market share interno y 30, del externo, de acuerdo con sus números.

Con oficinas en Apóstoles, Posadas y Buenos Aires, la empresa tiene cinco secaderos y capacidad de producción de 2,7 millones de kilos mensuales. El proceso es largo: de cada 100 kilos de hoja verde –la que se obtiene luego de la cosecha–, se consiguen 35 de yerba canchada (el bien intermedio, que se obtiene antes de llegar al producto listo para consumir). Esta última debe estacionarse un mínimo de 10 meses, proceso para el cual la compañía desarrolló lo que llama “depósitos inteligentes”, que mantienen constantes temperatura y humedad, con capacidad para 34 millones de kilos.

María Victoria Szychowski, gerente de La Cachuera

S,i bien su caballo de batalla es la yerba tradicional –variante que se lleva el 70 por ciento de la categoría, según Nielsen–, la firma decidió poner foco en nuevos usos y blends para ganar seguidores. Ofrece, también, saborizadas, despaladas, con hierbas, una línea premium, orgánica, de campo, mate cocido y hasta en formato soluble. Incluso, el año pasado lanzó una presentación especial para tereré. Mientras tanto, la empresaria destaca un aumento en la demanda de yerba orgánica, especialmente, para exportación, y espera, para 2017, lanzar nuevas variedades con hierbas.

Pero no todo es color verde para la misionera. En las góndolas, también está presente con arroz. Cuenta con plantaciones propias en Corrientes y, también, compra a terceros. Pero la producción, que alcanzó los 5,5 millones de kilos en 2016, apenas representa el 5 por ciento de la facturación de la empresa. Szychowski asegura que, aunque, en los ’70, fue un producto que le permitió apalancar crecimiento, hoy, es marginal. Se comercializa sólo en Misiones, Formosa, Corrientes y Chaco.

El frente sirio

Antes de que la guerra estallara, Szychowski viajó a Siria para conocer personalmente a esas personas que, del otro lado del mundo, se habían convertido en su principal mercado. Reconoció una costumbre: una ronda en la que cada comensal tenía un pequeño mate con bombilla y compartían el agua caliente. Inmigrantes que se habían instalado en la Argentina supieron adoptar el hábito y, al regresar a su país, la trasladaron. Como resultado, en 2016, La Cachuera envió al exterior 9,79 millones de kilos. El 85 por ciento, a Siria. El resto se repartió entre otros mercados de Oriente Medio, como Líbano y Emiratos Árabes. Pero, también, a Europa –especialmente, España–, los Estados Unidos, Canadá, Australia y Chile. El año pasado, la Argentina exportó 27.141 toneladas de yerba, según el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral). Siria compró el 69 por ciento, seguida por Chile (13) y el Líbano (4).

Pero, en contexto de conflicto bélico interno, las exportaciones a Siria retrocedieron 34 por ciento, según el Ieral. Sin embargo, Szychowski asegura que, para su empresa, la demanda no cayó y ese país asiático sigue siendo su destino más importante. Incluso, comenta que quienes migran de Siria a Europa hacen que aumenten los pedidos de mercados como Alemania.

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La búsqueda no se detiene. Desde Amanda, ven con buenos ojos a la India, donde se iniciaron estudios para llegar con mate cocido. “Es un país con potencial. Si ingresamos, seguramente, será como infusión en saquito. En los primeros testeos, no gustó el sabor. Pero puede llegar a consumirse, más que nada, por sus propiedades y mezclado con sabores de ellos, como el cardamomo y el jengibre”, se esperanza Szychowski.

La reinvención del mate

La Cachuera cuenta con un departamento de I+D en el que desarrolla desde maquinaria –como el caso de cosechadoras mecánicas de hoja verde, que, tradicionalmente, se hace de forma manual–, hasta nuevos productos, como mate soluble. “En nuestro país, el consumo tradicional está limitado. Entonces, estamos en constante desarrollo, buscando nuevos usos con valor agregado. Pero nos cuesta, en el mercado interno, posicionar ese tipo de productos. A veces, son más demandados en el exterior”, cuenta.

La empresaria informa que, el año pasado, la firma invirtió $ 17 millones y, en lo que va de 2017, ya se desembolsaron $ 23 millones. El principal destino fue nueva tecnología, como envasadoras y la fabricación de cosechadoras. Pero, también, para investigación de producto. Szychowski agrega que, además, se inauguró un depósito para estacionamiento de yerba en big bags, que requirió un presupuesto de US$ 1 millón.

Este año tuvo un comienzo movido para el sector. El INYM, que fija los precios de la hoja verde, no llegó a un acuerdo y debió intervenir el Ministerio de Agroindustria. Sobre el tira y afloje entre industriales y productores, la titular de Amanda se muestra preocupada. Asegura que, si el costo de la materia prima sube, las marcas locales pierden competitividad frente a Brasil, que concentra el 61 por ciento de la producción mundial (la Argentina es responsable del 29, según un informe de Cadena de Valor del Ministerio de Hacienda de la Nación).

“Los mercados ganados con tanto trabajo, hoy, peligran en manos de Brasil”, advierte la nieta del fundador. “Cuando se va a laudo, se premia al ineficiente. Al que produce mal y poco. Se está golpeando al industrial que, realmente, busca optimizar los procesos”, lamenta. El conflicto es relevante, además, para la empresa, porque se abastece, apenas, en un 9 por ciento de sus yerbales, por lo que depende, en su mayoría, de la compra a pequeños yerbateros. En un contexto de sobreproducción, Szychowski pide fomento público a la diversificación. “El productor que tiene 50 hectáreas quiere seguir viviendo de un monocultivo, como lo hacía su abuelo, cuando, hoy, existen yerbales de alta densidad. Los gobiernos tienen que ayudar a buscar alternativas. Pero, muchas veces, los intereses políticos son más fuertes que las políticas de Estado”, manifiesta.

Amanda planea crecer 10 por ciento en 2017. Para ser competitivo en una industria centenaria, apostará a la innovación, con foco en nuevas propuestas para el consumidor y cuidando sus exportaciones. Su receta para que el legado siga varias generaciones más.

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