Escenarios post Neuquén

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Quien sea que gane las elecciones de gobernador en Neuquén, lo hará por poco más del 30% de los votos. La oferta se encuentra fragmentada en 9 opciones, con 3 principales (MPN, peronismo K y Cambiemos) y con escisiones electorales (Sobisch y el justicialismo no k) que perjudican a las dos principales fuerzas. Neuquén es la única provincia que crece, recibe inversiones y genera empleo, pero la oposición provincial acusa a la gestión de Gutiérrez de ineficaz. Los discursos sobre el balance de la gestión serán determinantes. En ese sentido, Neuquén también funciona como reflejo del debate nacional.
En las presidenciales Cristina Kirchner lidera las encuestas de intención de voto. Y además, puede crecer un poco más. Mientras tanto, el gran problema de Macri no es la foto sino la película. La foto muestra que hoy cuenta con un núcleo duro, identitario, de un 30% del electorado, que lo acompaña aún en la adversidad. Su mayor logro y fortaleza fue haberse convertido en el representante electoral del antiperonismo: ni sus socios radicales ni emprendedores políticos como Martín Lousteau o Facundo Manes pueden sacarle eso. Pero la película dice que Macri ya no puede sumar más apoyos. El otro 70% está frustrado y enojado por la situación económica, y ya perdió toda esperanza sobre la gestión. Y ya se acabaron los tiempos para mostrar resultados. Si no hace cambios en su oferta política, a Macri no le dan los números para la reelección.
Lavagna, Urtubey y otros dirigentes del peronismo federal tienen prestigio como “gente razonable” pero hoy carecen de votos. Son buenos analistas y gestores pero no saben a qué votante le están hablando. Les faltó populismo: para destronar a Cristina y abrirse camino en el justicialismo había que patear el tablero, como Menem en los 80 o Kirchner en los 2000, y acá no han hecho nada de eso. Además, el electorado “vacante”, ese tercio que no quiere votar ni al peronismo kirchnerista ni a Cambiemos, es heterogéneo y está enojado porque no puede comer asado ni tomarse vacaciones. Hay cada vez más votantes predispuestos a elegir a candidatos “extremos” como Olmedo o Del Caño, o a votar en blanco. Los peronistas federales no están mirando lo que sucede en la calle.
Cristina tiene consigo al clásico “voto peronista” que nadie le disputa. Y pasó a estar mejor que Macri en las encuestas. Los problemas de Macri empeoran con el paso del tiempo y los de Cristina Kirchner mejoran por la misma razón. Así las cosas, va a llegar mejor posicionada que el Presidente a las primarias y a octubre. Pero a pesar de eso, no le alcanza. Para volver a jugar fuerte en la gobernabilidad argentina -sea como mandataria o en un rol más parecido al de Alfonsín en 1999- la ex Presidenta va a necesitar algo más que el 50% de los votos.
Va a ganar las elecciones quien logre ampliar su coalición. Diría más: va a ganar quien muestre la voluntad de hacerlo. La grieta fue un lujo que ya no podemos darnos. Si el macrismo o el kirchnerismo insisten con una estrategia dirigida solo a sus núcleos duros, mi lectura será que están queriendo perder para no enfrentar el duro 2020 que les espera. Los peronistas federales no están listos para terciar entre Macri y CFK, pero pueden ser la llave para hacer ganar a cualquiera de los dos. Puedo imaginar una nueva coalición entre el actual oficialismo, que impulse a sus nuevos liderazgos (Vidal, Patricia Bullrich) en alianza con un sector del peronismo federal. Y también puedo imaginar una nueva coalición opositora con Cristina y la mayoría del peronismo federal. En el primer caso, sería la oportunidad de convertir al oficialismo en otra cosa y reeditar el partido del ballotage; en el segundo, una solución al problema que tiene Cristina con los factores de poder doméstico y global. El peronismo federal no tiene votos pero genera confianza.
Lavagna hoy es valorado por diferentes razones. Es un dirigente con virtudes. Se lleva bien con diferentes electorados y tribus políticas porque nunca se subió a la grieta. Y además tiene prestigio de piloto de tormentas. El regreso casi aclamado de Lavagna -un clamor del círculo politizado, no de la calle- es un síntoma de lo que se viene en materia económica y social. Un síntoma de la demanda por coaliciones horizontales y políticas de crisis. Sería conveniente que Lavagna y el incipiente lavagnismo comprendan que no se trata de un candidato victorioso sino de una señal de época. Lavagna tiene que aportar a la construcción de una amplia coalición de crisis nacional.
Si Macri gana, imagino que eso habrá sido posible gracias a que se reinventó. A que reconfiguró Cambiemos, dándole lugar a nuevos dirigentes y estilos, o a que aprovechó el último año de su primer mandato para fundar una nueva coalición desde el gobierno, aliándose con sectores peronistas que no están en Cambiemos. Sin esas condiciones, es difícil proyectar un escenario de mayorías y gobernabilidad. Y ese Macri reinventado sin dudas sería otro Macri, que estaría en deuda con sus aliados y limitado por el contexto de una crisis económica y social. Me cuesta ver a un Macri tecnocrático y “liberado”, a lo Temer: para seguir, Macri deberá renovar la confianza popular, y eso requerirá asumir más compromisos con el pueblo.

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