Convivencia sin violencia ni grietas

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En este domingo celebramos a la Santísima Trinidad. Si hay algo esencial de nuestra fe como cristianos es creer que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos en la Trinidad por la Revelación que Jesucristo el señor realizó y que tenemos en los textos de la Palabra de Dios. El texto bíblico de este domingo (Jn 16,12-15) nos ayuda a profundizar la Revelación trinitaria hecha por Jesucristo del Padre y del Espíritu Santo: «Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Es importante que comprendamos la significación que tiene para nuestra vida esta verdad que confesamos los cristianos. Nuestra época va relativizando todo, y a veces, hasta los revelado por Jesucristo. Algunos dirán que reflexionar sobre esto de la Trinidad no tiene ninguna importancia ni implicancia en la realidad. Y, sin embargo, la confesión en el Dios Uno y Trino no es accidental a la fe y tiene consecuencias bien concretas en nuestra espiritualidad, en la manera de vivir y de concebir el mundo. Nos ilumina en nuestros días donde las grietas y divisiones hacen tanto daño a nuestra Patria. En la vida de la comunidad eclesial necesitamos profundizar sobre la dimensión comunitaria y social de la fe. El diálogo y la comunión en la diversidad es un instrumento fundamental de la convivencia humana, social y política.

El texto de Aparecida nos puede ayudar a ahondar el tema de la comunión eclesial desde el misterio central de la fe que es la Trinidad: «Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre y con su Hijo muerto y resucitado, en la comunión en el Espíritu Santo. El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, llamado en Cristo como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa.

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La Iglesia, como comunidad de amor, está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sienten convocados y recorren la hermosa aventura de la fe. Que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea. La Iglesia crece no por proselitismo sino por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó» (DA 155-156-159)

En nuestra querida Patria vivimos un tiempo fundamental en el camino de la democracia en un año electoral. Debemos señalar con dolor el escándalo de las divisiones y grietas, odios, estrategias totalmente vaciadas de ideales y valores, y posicionamientos sin ninguna responsabilidad ciudadana. Debemos denunciar también la mediocridad, y plantear la necesidad del aporte cristiano y de la gente de recta conciencia que se preocupe por priorizar el bien común por encima del triste escenario del mero posicionamiento de poder. Esto será clave para que podamos pensar en una Argentina con esperanza. Desde este domingo en que celebramos la Trinidad, Dios Uno y Trino que es Amor, tenemos que plantearnos con seriedad la convivencia eclesial y social para que el diálogo que nos ayuda a hacer propuestas superadoras de las clásicas coyunturas y el respeto a la dignidad humana sean claves del futuro en nuestra Patria.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

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