Con el avance del #MeToo disminuyen las oportunidades de ascenso para las mujeres

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Por  — Los hombres que asistieron este enero a la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos se dijeron preocupados por varias cuestiones, como la desaceleración económica en todo el mundo, las amenazas en materia de ciberseguridad, el creciente populismo y las guerras.

Pero también, según admitieron muchos en la reunión del 22 al 25 de enero, les preocupa asesorar a las mujeres en la era de #MeToo, o #YoTambién -en Argentina la versión es #MiráComoNosPonemos-, el movimiento para denunciar casos de acoso y abuso sexual.

“Ahora lo pienso dos veces antes de estar a solas con una colega joven”, comentó un ejecutivo estadounidense de finanzas que habló con la condición de permanecer en el anonimato porque el asunto era “demasiado delicado”.

“Yo también”, respondió otro hombre que participaba en la conversación.

El movimiento #MeToo, que irrumpió en el escenario mundial a finales de 2017 con denuncias contra personalidades importantes de Hollywood, de los medios, la política, los deportes y más, conserva su fuerza más de quince meses después. El movimiento ha empoderado a muchas mujeres a discutir el acoso que han sufrido en el ámbito laboral y ha obligado a varias empresas a tomarse más en serio el asunto. En el mundo empresarial, más de 200 hombres en puestos de importancia fueron despedidos y casi la mitad de ellos fueron remplazados por mujeres.

Pero una consecuencia inesperada del movimiento –de acuerdo con ejecutivos y analistas– es que las empresas, con el supuesto objetivo de disminuir el riesgo de acoso sexual o conducta inapropiada, están reduciendo el contacto entre las empleadas y los altos ejecutivos. En consecuencia eso limita la proyección de las mujeres y las priva de orientación laboral valiosa.

“Básicamente, #MeToo se ha convertido en un asunto de gestión de riesgo para los hombres”, dijo Laura Liswood, secretaria general del Council of Women World Leaders (Consejo de mujeres líderes mundiales), organización que reúne a diversas políticas.

En febrero del año pasado, dos encuestas realizadas por Lean In y SurveyMonkey sobre los efectos de #MeToo en el lugar de trabajo encontraron que aproximadamente a la mitad de los gerentes varones les incomodaba tener una o más actividades laborales con mujeres, como socializar o trabajar uno a uno. Entre los gerentes hombres, uno de cada seis encuestados dijo que le incomodaba ofrecer orientación a una colega. Los sondeos se hicieron a cerca de 9000 trabajadores mayores de edad en Estados Unidos.

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Pat Milligan, quien dirige investigaciones sobre liderazgo de mujeres en la consultoría Mercer y asesora a empresas multinacionales sobre temas de género y diversidad, comentó que muchos de sus clientes han expresado preocupación respecto a hacer o decir “algo incorrecto” desde que el movimiento #MeToo se esparció por todo el mundo.

“Varios hombres me han dicho que evitan ir a cenar con una mujer a quien estén asesorando o que les preocupa enviar a algún sitio a una empleada mujer si va a estar sola con un hombre”, explicó Milligan. “La gente está preocupada y tiene muchas preguntas”.

“Si permitimos que esto pase, va a hacer que retrocedamos décadas”, afirmó Milligan. “Las mujeres deben ser respaldadas por los líderes, y la mayoría de los líderes siguen siendo hombres”.

Milligan comentó que el enfoque ahora debe estar en educar a las personas. Cuando los ejecutivos le cuentan que están considerando evitar a las mujeres a propósito, ella les dice sin tapujos que eso es ilegal. “Nada más sustituye la palabra ‘mujer’ por cualquier otro grupo poblacional”, dijo. “Sí, hay que hablar sobre cuál es el comportamiento adecuado, pero no puedes sencillamente dejar de interactuar con las mujeres”.

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Algunos empresarios estadounidenses han adoptado lo que llaman la Regla Pence, por algo que dijo el vicepresidente de Estados Unidos sobre nunca comer a solas con alguna mujer más que su esposa.CreditAlex Wong/Getty Images

Esta renuencia de los gerentes hombres, si bien se ha intensificado en la época del movimiento #MeToo, desde hace mucho ha sido un problema. Los resultados de una investigación realizada por la economista Sylvia Ann Hewlett arrojaron que dos tercios de los ejecutivos dudaban si debían tener interacciones personales con mujeres en posiciones laborales inferiores, por temor a que pudiera malinterpretarse. El vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence ha dicho que jamás cena a solas con una mujer que no sea su esposa, una máxima que se conoce como “la regla Pence”.

Además de las dudas entre varones sobre si orientar a colegas mujeres, algunos indicadores de igualdad de género han empeorado, aunque es difícil establecer un vínculo entre esto y el movimiento #MeToo.

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El Foro Económico Mundial publicó en diciembre un informe anualsobre las oportunidades educativas, expectativa de vida, igualdad salarial y otros factores relacionados a las mujeres en el ámbito laboral. Concluyó que se necesitarían 202 años para que se lograra la igualdad de género empresarial, una cantidad de tiempo mucho mayor a los 170 años que se habían calculado en 2016 para que hubiera igualdad.

De las empresas de la lista Fortune 500, tan solo 24 tenían directoras generales en 2018, una disminución en contraste con las 32 del año previo. La cifra de jefas de gobierno ha aumentado en más del doble desde el año 2000, pero sigue siendo tan solo el seis por ciento del total de mandatarios, de acuerdo con datos de las Naciones Unidas.

“Fatiga de género”,  dijo Milligan y señaló que el movimiento #MeToo había surgido tras una década de concientización intensa sobre el desequilibrio entre géneros. “Ya se había argumentado a favor de las mujeres en el sector laboral”, se lamentó Milligan. “Nos estaba yendo excelente. Y luego llegó [el contragolpe por] #MeToo”.

Un reto es evaluar el verdadero riesgo de que haya acoso sexual en una compañía e identificar a los hombres que hayan generado incomodidad entre las mujeres o, lo que es peor, han cometido acoso. Milligan dijo que las herramientas usuales, como sondear a los empleados, no funcionan; ella recomienda utilizar herramientas tecnológicas para que las conversaciones puedan ser anónimas y sucedan en tiempo real.

Una vez que las empresas tienen identificados a los empleados varones que incomodan a las mujeres, deben considerar si esos hombres actúan de esa manera porque son “ignorantes, raros o criminales” dijo Milligan.

“Si crees que actúan por ignorancia, puedes educarlos”, declaró. “Si lo hacen por ignorancia, pueden caer muy fácilmente en conductas incómodas si no se les capacita”.

“Pero si su conducta es inquietante de un modo perturbador, hay que hacer algo”, dijo.

No todas las personas están convencidas de que los hombres han cambiado mucho su actitud a raíz del movimiento #MeToo.

Stephanie Ruhle, una banquera que ahora es conductora de televisión, mencionó en un pánel de la conferencia en Davos titulado “El futuro de la masculinidad” que los hombres de Wall Street no se esforzaban mucho por promover a las mujeres desde antes del movimiento #MeToo.

“¿No será más bien una excusa?”, preguntó.

 

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