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Los primeros datos oficiales del operativo Aprender 2017 permiten visualizar los efectos de largo plazo de la aplicación de recursos y una política de Estado que tiene a  la educación como prioridad. No se trata de analizar los números en particular, en los se advierten mejoras paulatinas y constantes, sino de trazar una evolución en la transformación educativa que, coinciden todos los sectores políticos, es clave para el desarrollo de la provincia.
Misiones viene de ser durante años, una de las provincias con peores resultados educativos, bajos salarios y carencia de infraestructura. En los 90 llegó a ocupar los últimos resultados y la explosión de la crisis en 2001 obligó a pensar en la urgencia de escuelas que, por lo menos, den de comer a los alumnos. No había tiempo para mirar más allá. Llegaron a funcionar mil comedores, para asistir a 180 mil chicos, “lo que dificulta la discusión sobre la calidad de la educación”, reconocía en 2004 el entonces ministro de Educación, Hugo Passalacqua, en un reportaje concedido al diario El Territorio. “Tenemos que tener conciencia que las inversiones en educación de hoy recién verán sus frutos dentro de 20 años y que hacemos todo cuanto podemos. Es que resolver los problemas de la educación, que se iniciaron hace dos décadas cuando Misiones comenzó a tener un crecimiento exponencial, es un deber del Estado, pero también una responsabilidad de todos”, argumentaba el hoy gobernador. Por entonces comenzaron a germinar las primeras semillas de transformación. Eran pequeños brotes. Se hablaba de equipar 33 escuelas con salas informáticas. Hoy Misiones hace punta con una escuela de Robótica y los resultados de calidad educativa están en mejora permanente, a tono con el promedio del país e incluso mejor en algunos aspectos.
Una de las claves fue el crecimiento exponencial de las salas de tres años, soñados por aquellos años. Los mejores resultados se observan en aquellos niños con una trayectoria educativa más extensa. Tiene la mayor cobertura del NEA en salas de cuatro y cinco años –en la de tres todavía está lejos de la universalización- . Si se agrega el NOA, solo Catamarca tiene mejores indicadores, pero con una población mucho más baja. En 2008 había solo 9.603 chicos en salas de cuatro años. El año pasado estaban incluidos 20.812.
En Misiones, el 80 por ciento de los chicos asiste a instituciones estatales y en la primaria se observan los primeros resultados. No hay diferencias sustanciales entre la calidad de la escuela pública y la privada, aunque se notan diferencias fuertes entre los niveles socioeconómicos. Los chicos de familias de menores recursos, tienen los resultados más flojos.
Pero hubo una transformación a partir de una decisión política, que se sostiene aún en época de arcas más magras. No se cerraron. Se multiplicaron las escuelas. El presupuesto está a la cabeza del reparto de los recursos estatales y los docentes discuten algo más que salarios. Por eso es clave la continuidad de las políticas. Un recorte de hoy se sentirá en la próxima década, como hoy se sienten los resultados de los últimos quince años.
Los resultados de las políticas se ven recién a largo plazo. Misiones es hoy una provincia con verde para mostrar como principal atractivo turístico gracias al sostenimiento de una política de Estado que ya lleva más de tres décadas y que fue impulsada por el entonces gobernador radical Ricardo Barrios Arrechea, recientemente reconocido por el Colegio de Ingenieros Forestales y la Universidad Nacional de Misiones en un acto que contó con varios de los funcionarios que ocuparon el ministerio de Ecología, pionero en el país.
Bien vale aprender de las decisiones tomadas y sus consecuencias. Mirar los errores y evitar repetirlos.
La mesa yerbatera, que tuvo su primer encuentro en Buenos Aires este lunes, marcó también un aprendizaje. La idea de desregular el mercado, que deslizó el ministro de Agricultura, Luis Miguel Etchevehere y que respaldan algunos sectores industriales y medios de la cadena, fue rechazada por la UATRE y los pequeños productores. El presidente del Instituto Nacional de la Yerba Mate, Alberto Ré, sumó ante Economis, su visión: “Creo que tiene que haber una regulación, es importante. Y si fuera una desregulación no podría ser abrupta porque ya tuvimos la experiencia de los 90 que ha sido nefasta”.
Por eso preocupa que algunas políticas económicas lleven destino ineludible de la crisis que resultó de aquellos años. La deuda externa ha crecido 21,8 por ciento en el último trimestre del año pasado y alcanzó los U$S 305.708 millones, 50 mil millones más que en 2016 y la cuenta sigue subiendo.
 “El país está dando pasos hacia una crisis como la de 2001”, definió el ex secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen.
Ese año marcó el inicio de la más profunda crisis económica y fue el epílogo de un modelo de endeudamiento que compite en velocidad con estos años. El desempleo y la pobreza se fueron por las nubes y el Estado se redujo a su mínima expresión.
Hoy se está lejos de una crisis similar, coinciden economistas de diversas extracciones, pero advierten que sostener un ritmo de endeudamiento como el actual, no es viable en el mediano plazo. En algún momento se cierra el grifo y habrá que empezar a devolver. O, retornar al sometimiento de políticas decididas en el despacho de algún organismo financiero que, casi nunca benefician al que menos tiene.  
Es deuda para financiar el gradualismo, explican en el Gobierno para defender el modelo que, sin embargo, no ofrece resultados alentadores, especialmente en la inflación, que sigue tan alta como en las postrimerías del kircherismo.
Hoy el desempleo se mantiene a la baja. Pero la pobreza todavía alcanza a un treinta por ciento de la sociedad. Llegar a cero es casi una quimera si el empleo que se genera es mayormente informal o con salarios que no le ganan a la inflación.
El Gobierno de Macri sufre una crisis de desilusión”, define el consultor político Gustavo Córdoba. El relato ya no es tan creíble. La inflación baja en el discurso, pero no en las góndolas, donde cada vez se consigue menos con el mismo billete.
Sin embargo, no hay quien capitalice esa desilusión. El votante que se recostó en Cambiemos –no aquel fiel al PRO- se corrió de la alianza, pero no encuentra un espacio que lo contenga.

La oposición deberá aprender a convivir con una Alianza que no es la misma que aquella y que ya tiene un objetivo de corto plazo. La reelección de Macri es más que un deseo. El peronismo todavía no tiene un liderazgo claro y la centralidad que mantiene Cristina, obliga a repensar estrategias si quiere recuperar el poder.
Por eso el Gobierno lanzó el operativo reelección. Es mejor hablar de política que de economía y el fantasma de Cristina ayuda a sostener la mística electoral.
Sin embargo, la economía influye en el humor social. Queda claro que las decisiones macro terminan impactando en el bolsillo y que provincias como Misiones no perciben lo positivo del cambio. Las asimetrías agobian al comercio y la inflación al consumidor.
El pobre nivel de respuestas a las demandas de los misioneros se hace cada vez más injustificable para los propios dirigentes de Cambiemos.
La caída del ITC diferenciado ha sido el último quite a una economía misionera que se sostiene a su suerte y con el respaldo del Estado provincial para incentivar el consumo golpeado por las asimetrías.
No es casual que en Cambiemos comiencen sutilmente a presionar por unificar la fecha de las elecciones en Misiones. Es que advierten que sin el arrastre de Cambiemos tendrán poco para ofrecer si van en soledad, por más que se muestren altivos en medios y redes sociales.
El radicalismo es el que más reclama romper lanzas con el Gobierno provincial. Desprecian el acuerdo institucional de gobernabilidad y piden que se acentúen las diferencias políticas.  
La guerra fría entre el PRO y los radicales que exigen ser más duros con la Provincia se hace evidente. El tridente radical Gustavo González, Germán Bordón y “Chiquitin” Molina es el más insistente. Las quejas llegaron incluso al titular del plan Belgrano, Carlos Vignolo, -también radical- a quien Hernán Damiani le pidió apoyo. “La Provincia es autónoma y en los temas de gestión debemos trabajar juntos”, les espetó el funcionario nacional.
En el radicalismo creen que cuanto peor (para la Provincia) mejor para su estrategia.
El PRO prefiere mantener la buena sintonía, aunque no deja de machacar que irá por el triunfo, para despejar cualquier duda de sus socios de ocasión. “Sea cual sea la fecha, que en su derecho, el oficialismo provincial convoque a las elecciones en 2019, tenemos reales posibilidades de ganar y ser gobierno”, dijo Alfredo Schiavoni.
Hay algunos que sueñan con una fórmula del PRO pura. Otros ya dan por seguro el tándem Schiavoni (Humberto) y Luis Pastori. Pero nadie garantiza mucho espacio más para el radicalismo.
En el Gobierno, por el contrario, sostienen que sostener la institucionalidad es fundamental. La lógica es clara. Peleados sería peor.
Una muestra de que el diálogo es permanente es que Hacienda mantiene el teléfono abierto con el ministerio del Interior para recuperar el combustible más barato, mientras que en el Congreso se gestiona una compensación con energía eléctrica. Los que rechazan el ITC diferenciado son Nicolás Dujovne y Juan José Aranguren. En las oficinas de Rogelio Frigerio insisten en que hay que cumplir los acuerdos políticos.   

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